martes, 19 de junio de 2007

El aniversario

Quizá no sea incorrecto confesar que yo estaba disgustado con alguien que murió en un atentado, puesto que cometía injusticia conmigo. No obstante, me dolió mucho su muerte e interiormente me solidaricé con él. No era necesario hacerlo de otro ni tampoco tuve ocasión de ello. Que yo lamente la injusticia para conmigo me lleva a aborrecer la injusticia para con los demás.
Yo no compartía algunas de las ideas de Ernest Lluch, como por ejemplo, la de que hay que dialogar con los terroristas. El único argumento en apoyo de esta tesis es que no hay más remedio, o sea que hay que claudicar ante ellos. No obstante, también me desgarró el alma su muerte, como la de todas las víctimas del terrorismo.
También me duele la soledad y el desamparo de las víctimas. Esto es otro atentado. Lo que quieren los terroristas, eso lo sabemos todos, es aterrorizar a la sociedad. Con ese fin seleccionan una víctima y cuando ya lo han preparado todo para que ella no tenga escapatoria y ellos puedan huir fácilmente la matan. Han elegido esa víctima no por ella sino por asustarnos a los demás. Luego somos deudores de ella. Deberíamos, en su honor, no dejarnos aterrorizar y poner todos los medios en su ayuda y en la de sus familiares. A veces, no eligen una víctima sino un lugar. Como es el caso de Hipercor, que se conmemora hoy. Caen quienes pasaban por allí. Alguna de las víctimas de ese atentado dice que sus compañeros no querían subir luego en el mismo coche que él. Es triste lo que ocurre con las víctimas, quizá De Juana sonría para sus adentros y piense que esta sociedad que le desprecia tanto tampoco aprecia demasiado a sus víctimas.
Al margen de cualquier otra consideración o adscripción política, las víctimas son ante todo víctimas. No se debería ir buscando excusas para retirarles el reconocimiento o el apoyo.

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