Juan Carlos Rodríguez Ibarra ha escrito un artículo en El País, titulado Arriba y abajo, en el que no da pie con bola, a mi entender. No obstante, hay que reconocerle algunos hallazgos, como el de llamar “mugre humana” a los etarras. Y creo que se equivoca porque la justicia no puede someterse a caprichos, sino que siempre debe tratar de buscar la solución más justa. Si los etarras están diseminados ha de ser porque en el País Vasco son peligrosos. Es decir, si una vez en la cárcel se olvidaran de la banda y se comportaran como los demás presos, no habría ninguna excusa para alejarlos, hiciera lo que hiciera ETA. En el caso de que ETA desaparezca, tampoco habrá ninguna excusa para mantenerlos alejados. O sea, que tampoco sobre este asunto se puede negociar. El hecho de que los distintos gobiernos españoles hayan negociado con ETA no es más que una prueba de debilidad ante la banda y lo que la sustenta. Y también de ambición boba, por querer apuntarse el tanto de la derrota de ETA. Por su parte, De Juana inició la huelga de hambre, probablemente, al notar la proclividad de buena parte de la población a ceder ante sus exigencias. En estos momentos, no la observa, por tanto, se cuida mucho de hacer tonterías. Me parece una enorme tontería, por parte de Rodríguez Ibarra, esa pretensión suya de hacer saber con hechos y no con palabras que la ruptura de la tregua no es gratis. Lo que no debe salir gratis no es la ruptura de la tregua sino ninguna de las actividades de la banda. No se puede dar a ETA el plazo de tres meses ni de un día. Hay que exigirles, como a cualquier bandido, que se entreguen a la justicia inmediatamente. El artículo citado acaba con la frase: la decencia exige que termine (el terrorismo). Ahora hace falta que a los del doble lenguaje les interese la decencia.
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