No me voy a referir a las cuestiones técnicas, como la de que cada uno de los vicepresidentes pertenece a una provincia distinta, quedando así equilibrado el poder de las tres, o la de que se han creado consellerias nuevas con el fin de que algunos de los consellers anteriores no se quede sin cartera. Y no me voy a ceñir a estas cuestiones porque al final lo que hay son personas. De modo que me voy a imaginar a Diógenes, con su candil, entre ellas. O quizás a Cela que pretendía nada menos que los países estuvieran gobernados por los genios. No sé si ambos coincidirían con Camps, que ha dicho que este es el mejor gobierno posible. Lo ha dicho sin asomo de duda, se conoce que es de ideas firmes, no como yo, sin ir más lejos, o como Pla, que antes de las elecciones decía “trasvase no” y después de ellas dice “trasvase sí”. Para que le den la bofetada que le falta. No obstante, la afirmación de Camps puede parecer un menosprecio a quienes esperaban ser nombrados, o acaso a quienes vamos a ser gobernados. Camps tiene sus rarezas. Ha querido realizar su juramento sobre su propio ejemplar de la Biblia y no sobre el de las Corts y no sabemos si con ello ha querido decir que considera el gobierno valenciano como algo tan propio como su propia casa o si ha querido dar a conocer la firmeza de sus convicciones. Olvida en este caso que Shakespeare ya explicó que si hubiera que tratarnos según nos merecemos, nos molerían a palos a todos, o también eso tan sabido de que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Por otro lado, la afirmación de que se trata del mejor gobierno posible le incluye a él y si la primera tentación al pensar en esto es la carcajada, al recordar la lista de quienes le precedieron en la presidencia de la Generalidad se cae en la cuenta de que probablemente es el mejor.
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