Son muchas las personas susceptibles de ser excluidas o marginadas por múltiples motivos. Este hecho que entre los animales es inevitable, debería ser cuidadosamente evitado entre los humanos, dado que rebaja la condición humana al permitir que afloren conductas negativas. Pese a ello, entre los humanos se da mucho más que entre los animales, ya que lo que en éstos es una acción instintiva, en aquéllos surge del deseo de hacer daño. Quien ha fracasado en la vida desea vengarse y elige como objeto de su furia a los más indefensos. Conviene aclarar que fracasa quien no sabe mantener su dignidad. Fracasa ante sí mismo, obviamente, lo sabe en su fuero interno, aunque luzca sonrisa esplendorosa y aparezca ante los demás como un triunfador, por haberse encumbrado en la escala social. Es decir, todo acosador es un fracasado desde el punto de vista de la dignidad, puesto que demuestra que no tiene.
El acosado generalmente se queda solo, puesto que ponerse de su parte comporta riesgos, seguros e inexorables. En el caso de la menor que sufre acoso en un Centro de Alicante, no se vislumbra por parte de las personas de ese Centro implicadas ningún tipo de comprensión ni solidaridad hacia ella. No parece que les preocupe la angustia de la joven, sino que lo que dicen que “nuestros interés prioritario es que todo vuelva a la normalidad”. Lo que les interesa, pues, no es enseñar a los alumnos a respetar a los demás y a aceptarlos como compañeros, sino que el Centro sea como una balsa de aceite y eso lo van a conseguir, puesto que la alumna ha decidido proseguir sus estudios en otro Centro. Los Centros de Estudio deberían estar alerta y detectar y frenar estos casos en su inicio, dado que suele suceder que las víctimas callan durante mucho y lo sufren en silencio. Establecida por la Justicia la gravedad del caso (el Juzgado de Menores consideró que “está acreditada la realidad del ilícito penal de trato degradante”) los responsables del Colegio, en lugar de disculparse, critican a los padres (Luis Ramos, quien resaltó la actitud de la madre de la menor que “ese mismo día ya había acudido a la Policía sin dejar actuar al centro logrando un afán de protagonismo que no se explica”. )
El acosado generalmente se queda solo, puesto que ponerse de su parte comporta riesgos, seguros e inexorables. En el caso de la menor que sufre acoso en un Centro de Alicante, no se vislumbra por parte de las personas de ese Centro implicadas ningún tipo de comprensión ni solidaridad hacia ella. No parece que les preocupe la angustia de la joven, sino que lo que dicen que “nuestros interés prioritario es que todo vuelva a la normalidad”. Lo que les interesa, pues, no es enseñar a los alumnos a respetar a los demás y a aceptarlos como compañeros, sino que el Centro sea como una balsa de aceite y eso lo van a conseguir, puesto que la alumna ha decidido proseguir sus estudios en otro Centro. Los Centros de Estudio deberían estar alerta y detectar y frenar estos casos en su inicio, dado que suele suceder que las víctimas callan durante mucho y lo sufren en silencio. Establecida por la Justicia la gravedad del caso (el Juzgado de Menores consideró que “está acreditada la realidad del ilícito penal de trato degradante”) los responsables del Colegio, en lugar de disculparse, critican a los padres (Luis Ramos, quien resaltó la actitud de la madre de la menor que “ese mismo día ya había acudido a la Policía sin dejar actuar al centro logrando un afán de protagonismo que no se explica”. )
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