Tras la derrota se impone el análisis o la autocrítica. Algunos, no uno solo, han dicho que su derrota es injusta. Conviene recordar en estos casos que el votante no es alguien que ha sido seleccionado para ser jurado en un juicio. Un votante puede haber estado de viaje por el mundo durante varios meses, que regresa justo el día de las elecciones y, sin más, vota. Es sabido también que muchos votantes son auténticos bellacos. Pero así es el juego de la democracia. Todas las personas no valen igual pero los votos sí. Puesto que lo que expresa el ciudadano mediante el voto es su deseo, lo que les conviene hacer a quienes han perdido es preocuparse por las propuestas que ha hecho y que no gustan al electorado. Lógicamente, las que tienen que ver con la ideología no se pueden cambiar, pero las demás sí. Hecha la autocrítica, no es necesario dar a conocer el resultado. El silencio puede ser, incluso, elegante. El delegado del gobierno en la Comunidad Valenciana , Antoni Bernabé, ha decidido, en cambio, hacer públicas sus conclusiones y ha atribuido el éxito del PP "al triunfo de un gran aparato mediático que los populares hacen con el dinero de todos los valencianos de una manera indecente desde el punto de vista de la responsabilidad" (...) "ha vendido una comunidad idílica, imaginaria que ha sabido conectar con la realidad. Se ha impuesto el modelo de la propaganda y la publicidad frente al modelo socialista de intentar generar una auténtica alternativa basada en resolver los problemas de los valencianos y hacer avanzar esta Comunitat". Es decir, considera que los electores son manipulables y puesto que piensa así, implícitamente reconoce que, por su parte, ha intentado manipularlos. Por otro lado, si piensa que los valencianos son manipulables, también debe de pensar lo mismo de los demás.
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