viernes, 27 de julio de 2007

Anasagasti y la Familia Real

Por supuesto que la forma de Estado es cuestionable y probablemente es sano hacerlo. En democracia se puede, y me atrevería a decir que se debe, discutir todo. Pero no conviene olvidar tampoco que nuestra democracia es reciente y que, por tanto, no la tenemos totalmente interiorizada y nuestra conducta lo demuestra. Creo que los ingleses dicen que ellos llevan algún tiempo más siendo demócratas y se nota. La Corona es una de las instituciones españolas que mejor funciona y sería muy arriesgado acometer cambios en este aspecto, aunque tampoco está mal debatir el asunto, con vistas a un futuro. Lo que ha hecho Anasagasti, en cambio, más que cuestionar la monarquía, ha sido atacar, de modo ordinario y grosero, a la Familia Real. A Anasagasti le gusta enredar y hacer creer lo que no es. Mientras tanto, la policía va deteniendo etarras. ¿Se cuestiona el enredador político el papel de su partido? Lo de la paja y la viga viene al caso como anillo al dedo. ¿Se ha preguntado alguna vez este político si su partido proporciona, pretendiéndolo o no, coartadas morales a ETA para que perpetre sus crímenes. La Familia Real, o si se prefiere la Corona, representa a España y los españoles. El odio que le demuestra Anasagasti concuerda muy bien con el odio que siente por España. El odio suele proporcionar unos cuantos votos, de modo que los políticos vulgares suelen recurrir a él. Esta cuestión en el País Vasco es especialmente grave, puesto que hay allí una banda armada, sin escrúpulos de ningún tipo. ¿Se ha preguntado el señor Anasagasti cuántos votos hubiera conseguido el PNV sin ETA? Todas estas preguntas son mucho más relevantes que las que se puedan hacer sobre la monarquía. Probablemente, la Familia Real ha sido mucho más útil a la humanidad que el PNV. Con respecto al insultante político cabe recordar este texto de J.L Borges: “Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.”

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