El ser humano necesita a los demás. Recibe una herencia cultural al nacer y mientras vive precisa de la colaboración de los otros. Una persona sola no puede superar su condición animal y convertirse en un ser humano. Un tigre no necesita justificar sus actos. Simplemente ha de actuar como tal. En cambio, un ser humano, puesto que vive en sociedad, de la que recibe mucho, debe justificar que sus acciones vayan en beneficio común. El protagonista de Pájaros de América, de Mary McCarthy, siempre se está preguntando por el sentido último de sus actos. Puede entenderse fácilmente que quien hace lo mismo queda como un “ignorante en la oscuridad”, según el razonamiento de Goethe.
Una sociedad que crea leyes para protegerse, tiende a sobrevivir. Puesto que todos pertenecemos a la sociedad, queramos o no, pues somos deudores suyos, esas leyes obligan moralmente a todos, incluso a quienes no están conformes con ellas. Fijarse en las leyes, para encontrarles los fallos y mejorarlas, sí que es propio de buenos ciudadanos. Transgredir las leyes es un fracaso, puesto que va en contra de la sociedad y por tanto de uno mismo. Quien va en contra de la legalidad, desafiándola, bordeándola o burlándola es un fracasado, puesto que va en contra de su esencia. Esto es así, bien sean quienes lo hacen, etarras, mafiosos, políticos, financieros o picapedreros. Es evidente que quienes actúan de este malévolo modo logran algunos beneficios, pero en el fondo de su ser saben que actúan mal. Quizá no sean conscientes de ello, puesto que nunca se hacen preguntas, sino que se limitan a vivir siguiendo sus impulsos. Indagar lo que habita dentro de uno es un modo de justificar la condición humana. Ignorar qué cosas nos motivan es de necios.
Y necio es el Solitario, que al ser detenido ha saludado a los españoles, dando a entender que se cree una estrella o algo así. Fracasó desde el mismo momento en que decidió actuar totalmente al margen de la sociedad.
Una sociedad que crea leyes para protegerse, tiende a sobrevivir. Puesto que todos pertenecemos a la sociedad, queramos o no, pues somos deudores suyos, esas leyes obligan moralmente a todos, incluso a quienes no están conformes con ellas. Fijarse en las leyes, para encontrarles los fallos y mejorarlas, sí que es propio de buenos ciudadanos. Transgredir las leyes es un fracaso, puesto que va en contra de la sociedad y por tanto de uno mismo. Quien va en contra de la legalidad, desafiándola, bordeándola o burlándola es un fracasado, puesto que va en contra de su esencia. Esto es así, bien sean quienes lo hacen, etarras, mafiosos, políticos, financieros o picapedreros. Es evidente que quienes actúan de este malévolo modo logran algunos beneficios, pero en el fondo de su ser saben que actúan mal. Quizá no sean conscientes de ello, puesto que nunca se hacen preguntas, sino que se limitan a vivir siguiendo sus impulsos. Indagar lo que habita dentro de uno es un modo de justificar la condición humana. Ignorar qué cosas nos motivan es de necios.
Y necio es el Solitario, que al ser detenido ha saludado a los españoles, dando a entender que se cree una estrella o algo así. Fracasó desde el mismo momento en que decidió actuar totalmente al margen de la sociedad.
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