No es que las costumbres sean leyes, es que a veces son más fuertes que las leyes, o por lo menos así se desprende del comportamiento de algunos prelados que no terminan de comprender que su misión es pastoral y ejemplar (por aquello de dar ejemplo), y no legislativa como parecen creer, o ejecutiva, como sin duda quisieran. Conviene hacer notar que no sólo hay que fijarse en los cardenales bravucones como Cañizares, que ojalá se vaya a Roma, también hay religiosos humildes que hacen una impagable labor.
Creo que es bueno y beneficioso que el Estado proteja, subvencione y aliente a las religiones, porque en general buscan potenciar las mejores características humanas en sus seguidores. Sin embargo, también es cierto que generan mucho fanatismo y los fanáticos son fácilmente manipulables. Por tanto, hay que tener mucho cuidado también. Convendría legislar los límites entre los que pueden desenvolverse las religiones, porque ahora mismo hay una enferma muy grave, Testigo de Jehová, que rechaza una transfusión de sangre. No se puede consentir que se suicide nadie legalmente. Quien quiera hacerlo que recurra a los métodos tradicionales. Pero el suicidio está prohibido y, por tanto, las leyes no deberían permitir que nadie se negara a recibir un tratamiento médico que puede salvarle la vida. La ñoñería de los legisladores alcanza a veces cotas inimaginables. Por ese camino, alguien puede inventar una religión que lleve a tomar veneno todos los días. Con ello no pretendo desprestigiar a los Testigos de Jehová, de quienes me han dicho que tienen cosas muy admirables, sino hacer ver que no se puede admitir todo. Pueden estar seguros de que si el Estado les obliga a recibir la transfusión no se van a condenar por ello y en cualquier caso los políticos podrán tener la conciencia más tranquila. Un Testigo de Jehová puede hacer muchas más cosas por sus semejantes si está vivo que si muere. No es la única religión que tiene excesos que conviene parar.
Creo que es bueno y beneficioso que el Estado proteja, subvencione y aliente a las religiones, porque en general buscan potenciar las mejores características humanas en sus seguidores. Sin embargo, también es cierto que generan mucho fanatismo y los fanáticos son fácilmente manipulables. Por tanto, hay que tener mucho cuidado también. Convendría legislar los límites entre los que pueden desenvolverse las religiones, porque ahora mismo hay una enferma muy grave, Testigo de Jehová, que rechaza una transfusión de sangre. No se puede consentir que se suicide nadie legalmente. Quien quiera hacerlo que recurra a los métodos tradicionales. Pero el suicidio está prohibido y, por tanto, las leyes no deberían permitir que nadie se negara a recibir un tratamiento médico que puede salvarle la vida. La ñoñería de los legisladores alcanza a veces cotas inimaginables. Por ese camino, alguien puede inventar una religión que lleve a tomar veneno todos los días. Con ello no pretendo desprestigiar a los Testigos de Jehová, de quienes me han dicho que tienen cosas muy admirables, sino hacer ver que no se puede admitir todo. Pueden estar seguros de que si el Estado les obliga a recibir la transfusión no se van a condenar por ello y en cualquier caso los políticos podrán tener la conciencia más tranquila. Un Testigo de Jehová puede hacer muchas más cosas por sus semejantes si está vivo que si muere. No es la única religión que tiene excesos que conviene parar.
1 comentario:
No sé si el suicidio está prohibido. Si lo está, es una tontería (por lo inútil) y un exceso (por lo opresivo). Si tan evidente es que todos queremos vivir no es necesaria esa ley.
En cualquier caso, y estando de acuerdo en que la excusa de las creencias propias es demasiado flexible para justificar cualquier comportamiento, no creo que hayas elegido el mejor ejemplo.
Y ojo, que no soy testigo de nada. No creo que haya un Dios creador y la idea misma me parece bastante infantil. Aún así lo que cada uno elija creer para explicarse a sí mismo lo inexplicable me parece que cae fuera de las competencias del Estado.
Que regulen el comportamiento, pero jamás las creencias en que se basa. Además, si es obligatorio aceptar una transfusión, ¿sería necesario hacer obligatoria la donación? Y no sólo de sangre.
Que cada uno se muera como mejor le salga, que al final no cambiará mucho.
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