De momento, no hay peligro de que ningún banco español se vaya al garete. Quizá el mérito haya que otorgárselo al Banco de España, no a su dirección actual, sino al mero hecho de que esté ahí con las funciones que le han sido asignadas a través de los tiempos. Algo peor es la situación de las cajas, también por causa ajena a ellas: los políticos las llevaron a zonas por las que jamás debieron transitar.
Paralelamente, ocurre que uno de los sectores en el que más abundan los parados es el de los empleados bancarios. Es decir, los bancos y las cajas, unos mejor que otros, se han salvado de la quema, pero hay “daños colaterales”. Suele ocurrir que paguen justos por pecadores. ¿Por qué los sindicatos y las autoridades políticas no han exigido que por cada tanto por ciento de empleados despedidos debiera ser despedido también un consejero o alto cargo? ¿Por qué los sindicatos y las autoridades políticas no han exigido que por cada x viviendas que embargue una entidad deba ser despedido un alto responsable del departamento que concede las hipotecas? ¿Por qué los sindicatos y las autoridades políticas no han exigido que por cada x promociones enteras que se haya tenido que quedar una entidad se despida a un alto responsable del departamento correspondiente?
La respuesta es muy fácil. Todas las propuestas anteriores requerirían de un gran esfuerzo únicamente para que fueran aceptadas como leyes. Hacer que se cumplieran después ya sería propio de los héroes mitológicos. Puestos ante la realidad de las cosas, quienes debieran procurar algo de justicia optan por dejar que las espadas caigan sobre los cuellos indefensos. Un indefenso todo lo más que puede hacer es mirar a los ojos a los responsables de su desdicha, cosa que a ellos no les afecta ni les preocupa.
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