domingo, 29 de agosto de 2010

Silenciado un reloj providencial

En una noticia que da el ABC y que no he encontrado en ningún otro lugar, se dice que el reloj de Alicante que permitió llegar hasta el entonces lugarteniente de Osama Ben Laden ha sido silenciado a petición de un vecino al que molestaban las campanadas que marcaban las horas.
El terrorista había telefoneado desde un locutorio situado en sus proximidades y mientras hablaba, sonaron las campanas. Su sonido característico fue la clave que permitió a la policía localizarlo. Pero en la noticia falta algo, puesto que si realmente se ha hecho enmudecer a la benemérita campana a petición de un vecino, debería decirse el nombre de éste. Es insólito que las autoridades españolas, que tienen cogidos a los ciudadanos por donde más les duele, atiendan una queja de un modo tan eficiente. Como se enteren los que no pueden dormir por las noches a causa del vocerío de quienes están de fiesta, o por culpa de los que circulan con las ventanillas bajadas y la radio a todo volumen.
Es difícil de creer que alguien proteste por las campanadas de un reloj, salvo que esté muy enchufado y sepa que su queja no va a caer en saco roto, habida cuenta de que hay otros sonidos ambientales mucho más molestos, como las sirenas de las ambulancias, a las que el oído humano acaba acostumbrándose. Quienes viven en las cercanías de los hospitales no tienen otra solución. Cuando se trata de sonidos armónicos, como es el caso de ese reloj, es mucho más fácil. En algunos casos incluso se agudiza el oído, en el intento de oír mejor lo que llega. Así lo cuenta Gabriel Miró en “Humo dormido”: ‘Los domingos se oía desde una ventana el armónium de un monasterio de monjas; pero se oía muy apagado, y, algunas veces, se quebraba, se deshacía su dulzura; era preciso enlazarla con un ahínco de imaginación auditiva. (…) Había que esperar el verano, que entreabre las puertas de las salas más viejas y escondidas; (…) Y llegó el verano… Y no se oía el órgano; había que adivinarlo del todo. La monja música dormía la siesta. Lo permite el Señor’. Ese convento estaba en Alicante, en donde hoy se alza el Banco de España.
'El Palestino'
'Poesía reunida'
'Ese modo que colma'
'La vida y poesía de Miguel Hernández contada a los niños'
'Red de mentiras'
'La esposa del Rey de las Curvas'
'Los Borgia'

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