Tomás Gómez y la encuesta

Me gusta distinguir entre autoridad y poder. La primera la tiene el que hace lo que debe hacer, o lo que cree que debe hacer. La mayor recompensa que espera es estar de acuerdo consigo mismo. Por eso, si algo le sale mal, no tiene mayor inconveniente en irse a casa. Una cosa es ser consecuente y otra ser infalible. El poder, en cambio, es caprichoso y adictivo. Quien opta por el poder se convierte en su esclavo. No hace lo que debe hacer, sino lo que más le conviene para seguir en el poder. O su capricho, cuando cuándo tiene este asegurado.

A Tomás Gómez le van dando golpes bajos, y luego nos los disfrazan de democracia. Primero, aparece Zapatero tratando de imponerle a Trinidad Jiménez. Ante la negativa de Gómez, opta por las primarias como mal menor, y aprovecha el detalle para atacar al PP. Luego, no disimula su preferencia por Jiménez. ¿Para qué presume entonces de primarias si, al revelar explícitamente sus preferencias, demuestra que no le hace ninguna gracia que se celebren? Y siguiendo con el alarde democrático, filtra a los medios una encuesta según la cuál Jiménez obtendría mejores resultados que Gómez en las elecciones.

Tomás Gómez ha respondido que Zapatero no hizo caso de ninguna encuesta. Pero a continuación le hace la pelota al añadir que gracias a ello logró ser presidente y ha hecho lo que ha hecho en este país. Gómez debería haberse desmarcado por completo de Zapatero. Una vez que el poder se ha puesto en su contra no puede esperar más que navajazos hasta que se retire. Pero habida cuenta de que el crédito de los políticos españoles está en un nivel tan bajo, quien logre ilusionar al personal tiene mucho ganado. La opción de Gómez, no muy conocido hasta este momento, era presentarse libre de ataduras, ya que se lo habían puesto tan fácil. Ya se sabe que Jiménez representa la tan devaluada opción zapaterista. A Gómez le ha faltado valor para aprovechar la ocasión.

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