sábado, 21 de julio de 2012

El bancario con risa de conejo

En medio de una enconada discusión con uno de sus clientes más ricos, el bancario cambió su táctica y, en lugar de un diferencial, le ofreció un tipo fijo: ¡Che, te lo dejo en el x %!, y el cliente aceptó de inmediato.
Cuando lo contaba, el bancario incluía una apostilla: No se dio cuenta de que le ofrecí medio punto más del que pedía, y a continuación se reía como un conejo. Es posible que este bancario vaya a la cárcel, yo no lo sé, pero para el caso es lo mismo. El mal lo lleva dentro. Quien tima a un cliente no puede ser considerado como trigo limpio.
Estos tipos suelen llegar muy lejos en la banca, quizá porque el negocio consiste en ser más listo que los clientes. Algunos bancarios podrían ser considerados como banqueros, puesto que actúan como si fueran los amos. Y de repente el Banco de España se acuerda de que tiene una función y se pone a ejercerla y viene la zozobra para muchos.
Los banqueros suelen tener mala fama, pero lo que suele preguntar la gente es si fue antes el huevo o la gallina. No es probable que el cliente citado antes se dé cuenta de que lo han timado. Y no lo es porque él prefiere quedarse con la idea de que, tras una ardua discusión consiguió una rebaja sustancial en el tipo de interés.
¿Por qué la gente huye de lo racional y se deja seducir por lo aparente? ¿Por qué la gente que se empeñó en votar al desastre que fue Zapatero se cree luego que con cambiar el voto optando por Rajoy está todo resuelto?
El negocio bancario es imprescindible y podría ser muy honrado o lógico. Pero los bancos, como los demás establecimientos, han de adaptarse a los clientes. Si los banqueros son de tal modo, los demás no somos inocentes.

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