viernes, 6 de julio de 2012

Quitar la merienda a los presos

Se ha hablado por algún sitio de que se iba a quitar la merienda a los presos. No me extraña. A los donantes de sangre se les ha quitado el bocadillo. La cuestión es la siguiente: los bocadillos son mucho más pequeños y su número es limitado. Los donantes que llegan cuando ya no hay, no tienen.
Si se les quita a los donantes de sangre, no debe extrañar que se les quite a los presos. Ahora bien, convendría tener en cuenta algo en lo que todo el mundo debe estar de acuerdo: muchos de los presos no son peores personas que los que estamos en la calle. Si sus condiciones de vida hubieran sido normales, algunos de ellos podrían haberse incorporado a la oligarquía, o ser tenderos, o empleados o tener profesiones liberales. Otros delincuentes son realmente malos, a nadie se le ocurre pensar que puedan ser recuperados para la sociedad, y sin embargo las leyes les otorgan esa posibilidad.
Las leyes españolas y nuestro sistema penal no están orientados hacia la venganza, dicen, sino hacia la reinserción. Lo que ocurre es que para conseguir que los presos estuvieran en condiciones psicológicas de integrarse normalmente en la sociedad haría falta gastar un dinero que no hay, de modo que el asunto se queda en una declaración de intenciones. A los asesinos vocacionales, no obstante, les viene muy bien.
En la vida se cometen actos moralmente peores que los que han llevado a muchos a la cárcel, pero es que las leyes no pueden preverlo todo. Se cometen muchas traiciones y villanías en la vida ordinaria. Traiciones y villanías que o bien quedan impunes o bien generan venganzas igual de viles que los actos que las motivaron.
No me parece bien que a los criminales vocacionales se les permitan las cosas que se les permiten en las cárceles españolas, pero tampoco me parece bien que la vida de los presos comunes se endurezca más.


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