Conviene
hacer memoria de vez en cuando, y en esta ocasión no está de más
recordar a Adolfo Suárez, que tuvo que llevar a cabo una tarea
dificilísima, como fue el cambio de un régimen a otro. Y para
llevarla a cabo tuvo que renunciar a muchas cosas, entre otras a
conservar la estima de los que hasta ese momento habían sido sus
amigos. Y cuando lo de Tejero, arriesgó su vida. Si se hubiera
investigado a fondo lo del 23-F, cuántas sorpresas nos hubiéramos
llevado.
Suárez
hizo bien la Transición, pero tuvo que delegar muchas cosas, porque
escapaban de sus capacidades, y de ahí salió este régimen en el
que los partidos políticos acaparan todo el poder y en éstos sólo
pueden medrar los maniobreros. Todos los presidentes que hemos tenido
desde Suárez han estado más pendientes de su gloria y de tener
absolutamente controlado todo que de servir a los ciudadanos. Hasta
que la ruina de los españoles se ha puesto a tiro suyo, y Zapatero,
esa calamidad, la consiguió, y otra calamidad, Rajoy es el encargado
de sacarnos de ella. El peligro es grande, claro.
Rajoy
no renuncia a sus derechos sobre su plaza en el Registro de la
Propiedad, a pesar de que nunca jamás va a volver a ejercer como
Registrador. ¿Por qué entonces está, supuestamente, cobrando por
un trabajo que hace otro? Aunque sea legal, no parece moral. Habría
que cambiar esa ley. Adolfo Suárez hubiera sido capaz de hacerlo.
Tampoco
renuncia Rajoy a la ayuda por alojamiento y manutención, a pesar de
que vive en La Moncloa y que, por tanto, ya se lo pagamos todo. Son
varios los ministros de su gobierno los que cobran esta ayuda, así
como otros políticos de los demás partidos, que aunque no tengan
moralmente derecho a ella, sí lo tienen legalmente.
Lo
que sí puede decirse es que los políticos que ha producido este
sistema político no se chupan el dedo.
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