Dicho
en sentido metafórico y apelando no a la persona de Bárcenas, sino
a lo que Bárcenas representa en la actualidad en el imaginario
colectivo.
Está
por ver que Rubalcaba abogue por dar libertad a los jueces y junto
con la libertad un presupuesto adecuado. En España, todo está bajo
el control de los partidos, y así no hay modo. En la novela de
George Orwell, 1984, Winston y Julia pretenden echar un polvo y luego
pasa lo que pasa. No estamos tan lejos de eso. Un chivato quiso poner
en la picota a Gallardón por algo parecido. ¡Al circunspecto
Gallardón!
Hubo
uno, Alonso Puerta, que pretendió denunciar un caso de corrupción
en su partido y acabó saliendo de la política. Nadie más, de
ningún partido, le ha imitado. Hay cosas que la gente aprende
pronto. También hubo un juez, llamado Marino Barbero, que se empeñó
en hacer su trabajo. No fue encarcelado, como sí le ocurrió a
María Lourdes Afiuni en Venezuela, pero sí que puede decirse que lo
que le ocurrió le produjo un gran desengaño. El golpe bajo que
recibió fue contundente. Ya nadie habla de Marino Barbero, pero es
seguro que los jueces recuerdan su caso. El ex juez Luis Lerga
también anunció por televisión que dejaba la judicatura porque
para investigar un caso el gobierno le daba todos los medios que
necesitara, mientras que para otro de similar importancia no le daba
nada. El hombre decidió entonces dedicarse a la abogacía.
El
contribuyente siente que la corrupción está a la orden del día,
pero ve que al final todo queda en nada. El contribuyente común, ese
que no tiene más remedio que pagar y que sabe que le controlan hasta
el último céntimo, tiene, en este sentido, la moral por los suelos.
Piensa que cuando los políticos hablan de acabar con la corrupción,
en realidad lo que quieren es ponerle una venda en los ojos.
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