jueves, 21 de febrero de 2013

Bárcenas no existe

Dicho en sentido metafórico y apelando no a la persona de Bárcenas, sino a lo que Bárcenas representa en la actualidad en el imaginario colectivo.
Está por ver que Rubalcaba abogue por dar libertad a los jueces y junto con la libertad un presupuesto adecuado. En España, todo está bajo el control de los partidos, y así no hay modo. En la novela de George Orwell, 1984, Winston y Julia pretenden echar un polvo y luego pasa lo que pasa. No estamos tan lejos de eso. Un chivato quiso poner en la picota a Gallardón por algo parecido. ¡Al circunspecto Gallardón!
Hubo uno, Alonso Puerta, que pretendió denunciar un caso de corrupción en su partido y acabó saliendo de la política. Nadie más, de ningún partido, le ha imitado. Hay cosas que la gente aprende pronto. También hubo un juez, llamado Marino Barbero, que se empeñó en hacer su trabajo. No fue encarcelado, como sí le ocurrió a María Lourdes Afiuni en Venezuela, pero sí que puede decirse que lo que le ocurrió le produjo un gran desengaño. El golpe bajo que recibió fue contundente. Ya nadie habla de Marino Barbero, pero es seguro que los jueces recuerdan su caso. El ex juez Luis Lerga también anunció por televisión que dejaba la judicatura porque para investigar un caso el gobierno le daba todos los medios que necesitara, mientras que para otro de similar importancia no le daba nada. El hombre decidió entonces dedicarse a la abogacía.
El contribuyente siente que la corrupción está a la orden del día, pero ve que al final todo queda en nada. El contribuyente común, ese que no tiene más remedio que pagar y que sabe que le controlan hasta el último céntimo, tiene, en este sentido, la moral por los suelos. Piensa que cuando los políticos hablan de acabar con la corrupción, en realidad lo que quieren es ponerle una venda en los ojos.

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