Por
supuesto que no tengo nada en contra de la lengua materna. Me parece
muy bien que se protejan las lenguas minoritarias y que se incentiven
su estudio y su uso.
Lo
que ocurre es que algunos se pasan de la raya y confunden el derecho
moral a estimular y defender con el de obligar, sobre todo si gozan
de mando en plaza. El infierno está empedrado de buenas intenciones
y cuando a la gente que le gusta mandar, y ha logrado encaramarse a
un lugar en el que puede hacerlo, se le da una coartada ya tenemos la
catástrofe a la vista.
Todo
el mundo sabe que Camilo José Cela era gallego. Los había incluso
que eso era lo único que sabían de él. De modo que cuando en
España se instauró el Estado de las Autonomías comenzó a
propagarse una fiebre, porque la idioteces se contagian muy
fácilmente. Y a un periodista le dio por entrevistar a Cela, pero
con el definido objetivo de sacar a relucir la lengua gallega. Y
comenzó a hacerle preguntas en ese sentido y el escritor, que lo
veía venir, a torearlo sin miramientos. Y llegó el momento en que
el periodista creyó que lo iba a empitonar sin remedio, puesto que
esta vez no se lo podría quitar de encima con un capotazo. ¿Pero,
cuál es su lengua materna?, le espetó. El inglés, respondió el
premio Nobel.
A
los valencianos se nos ha dicho que nuestra lengua materna es el
catalán, y nosotros sin saberlo. No sólo nos han dicho eso, sino
que además nos han puesto una Academia Valenciana de la Lengua, que
bien cara nos cuesta, ¡con poder normativo! No queríamos saber que
nuestra lengua es la catalana, pero nos obligan a obedecer.
Incluso
nos dicen que debemos usarla. ¡Ah!, los guardianes de lo
políticamente
correcto. Al final se creerán con derecho a decirnos hasta a qué horas hemos de ir al
baño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario