Los
medios españoles claman contra la corrupción, es el asunto del día
y tienen que darles a sus lectores lo que piden.
Olvidan
la propia, aunque cabe la posibilidad de que esporádicamente se
refieran a la de los rivales.
El
llamado Cuarto Poder debería ser contrapeso de los otros tres, pero
ocurre que no hay otros tres, en la práctica es uno el que lo
decide todo. Aunque al decir uno hay que entender el funcionamiento
de la Autonomías, en las que su Poder Ejecutivo también pretende
controlarlo todo, incluso en algunos casos pisoteando al Poder
Ejecutivo central.
Mal
pueden los medios servir de contrapeso al poder si dependen de sus
subvenciones y para algunos las subvenciones ya son la única forma
en que pueden sobrevivir. Resulta grotesca la actitud de algunos,
puesto que ponen el grito en el cielo basándose en unos papeles que
probablemente son falsos, y callan cuando aparecen informaciones más
fidedignas, que involucran a otros. La prensa española ha recuperado
una función antigua, la de desinformar. Se le dice a la gente lo
que interesa al patrocinador del medio, sea verdad o mentira, y se
calla lo que no conviene.
En
Valencia hubo un asunto tiempo atrás que interesaba a todos, y que
ahora está continuamente en los medios valencianos, pero en aquel
momento crucial había que seguirlo en la prensa de fuera de
Valencia. Es un ejemplo del respeto que tienen por el lector los
medios españoles.
También
el lector español tiene su culpa, porque se traga todas las bolas
que le cuelan, si convienen a sus simpatías personales. No le
importa que sea verdad o mentira, o que esté exagerada la noticia, o
que se la hayan callado.
Eso
de comprar un periódico para que le cuenten a uno mentiras piadosas
no parece propio de gente adulta.
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