Dicen
que cuando el diablo no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo.
Algo de cierto debe de haber en el dicho. A alguien le ha dado por
incoar la canonización de Marcelino Olaechea, arzobispo que fue de
Valencia entre 1946 y 1966. Se le recuerda principalmente por la
tómbola que hubo en la plaza de la Virgen.
En
el libro “Mis conversaciones privadas con Franco”, de Francisco
Franco Salgado-Araujo, se habla de Olaechea. En concreto, dice lo
siguiente: '9 de octubre de 1954: El actual arzobispo, doctor
Marcelino Olaechea, en otras épocas fue considerado como poco
entusiasta del Régimen y apasionado por el ideal del separatismo
vasco; el gobierno gestionó su ascenso a arzobispo para alejarlo de
Navarra, donde tenía su diócesis.'
Y
ahora lo quieren hacer santo. Es por este camino por el que la
Iglesia va a conseguir que la gente se tome a chacota a todos sus
santos, lo cual no sería justo, porque muchos de ellos hicieron
cosas de verdadero mérito y otros sufrieron martirio.
Este
Olaechea fue un tipo cuyas preocupaciones políticas fueron por lo
menos tan grandes como sus inquietudes religiosas. Según se puede
leer en la wikipedia estuvo buscando su norte político hasta que
llegó al máximo de lo que podía llegar en su carrera religiosa. El
paso a cardenal ya se le tornaba azaroso, era imposible que optara a
él.
En
los tiempos recientes, de haber vivido y continuado como arzobispo en
Valencia, sí que podría haber conseguido el ascenso a cardenal. Le
hubiera podido organizar un viaje a Valencia al papa y también es
probable que hubiera hecho mucha amistad con algunos políticos muy
beatos.
Pero
obviamente, Olaechea parecía feliz con su rango de arzobispo, ya se
le olvidaron sus veleidades nacionalistas o de cualquier otro tipo.
Eso de que encima le tengan que rezar es más de lo que esperaba.
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