Como consecuencia del aplastador resultado obtenido por el PP en la Comunidad Valenciana, los ciudadanos de esta Comunidad nos hemos quedado sin oposición. Es fácil entender que para que las cosas funcionen medianamente bien en democracia son necesarias ambas cosas, gobierno y oposición. En la tesitura actual es probable que repitan consejeros y concejales que han dado pruebas de que el Principio de Peter no es ninguna tontería, sino una realidad palpable. Cabe la posibilidad de que los responsables del PP estuvieran deseando cambiarlos, cosa que con estos resultados resulta difícil. Y ya no se trata sólo del cambio de algunos nombres, sino de la gestión diaria. Con la oposición desconcertada y sin saber cuál es su sitio, quienes ostentan el poder, o algunos de ellos, pueden emborracharse de éxito.
Hace falta una oposición que tenga respaldo en la calle, pero ¿cómo puede lograr esto? Los partidos de la izquierda apostaron en su día por cosas que disgustan a los valencianos y por si no tuvieran bastante con esto, los responsables estatales han echado más leña al fuego, con otras apuestas que tampoco han sentado nada bien por aquí.
En el primero de los casos, el PSOE valenciano, por ejemplo, estaría atado de pies y manos, puesto que después de haber empujado a sus votantes en una dirección, no puede ahora volverse atrás. En el segundo, pueden intentar que el aparato del partido recapacite.
Cabría una posibilidad para que el partido volviera a recuperar a los votantes que tuvo hace algunos años y consistiría en que las listas dejaran de ser cerradas. De este modo, al no estar totalmente sometidos a la disciplina del partido, algunos políticos del PSOE, individualmente y por su cuenta y riesgo, podrían proponer los cambios que el ciudadano desea. Si fueran muy votados, como es probable que sucediera, ello daría pie a que el partido en masa siguiera esa corriente.
Hace falta una oposición que tenga respaldo en la calle, pero ¿cómo puede lograr esto? Los partidos de la izquierda apostaron en su día por cosas que disgustan a los valencianos y por si no tuvieran bastante con esto, los responsables estatales han echado más leña al fuego, con otras apuestas que tampoco han sentado nada bien por aquí.
En el primero de los casos, el PSOE valenciano, por ejemplo, estaría atado de pies y manos, puesto que después de haber empujado a sus votantes en una dirección, no puede ahora volverse atrás. En el segundo, pueden intentar que el aparato del partido recapacite.
Cabría una posibilidad para que el partido volviera a recuperar a los votantes que tuvo hace algunos años y consistiría en que las listas dejaran de ser cerradas. De este modo, al no estar totalmente sometidos a la disciplina del partido, algunos políticos del PSOE, individualmente y por su cuenta y riesgo, podrían proponer los cambios que el ciudadano desea. Si fueran muy votados, como es probable que sucediera, ello daría pie a que el partido en masa siguiera esa corriente.
1 comentario:
¡Saludos! Comparto su opinión, aunque creo que lo mejor sería limitar los mandatos a un máximo, por ejemplo, de tres legislaturas. De esta forma aunque para la cuarta ganase el mismo partido, como no podría haber propuesto los mismos candidatos, habría "sangre nueva". Pero claro, habría que cambiar el sistema de "selección" de candidatos a nivel de partido. Nos queda por aprender y mejorar mucho en esto de vivir en democracia. Y... la verdad, esto de las autonomías no creo que nos ayude. A los hechos me remito.
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