Esta es la disyuntiva que se planteó en su momento el sujeto en cuestión, sin que todavía haya rectificado. Lo que dijo exactamente es: "para dejar de ser ambiguo tengo que decir que soy español, seguiré siendo ambiguo".
Como todo el mundo sabe, incluido –es de esperar- Egibar, no se pueden comparar magnitudes diferentes. La cuestión, en realidad, es la siguiente: o se está con ETA, o se está contra ETA. Cabe deducir que al no atreverse el sujeto a decir que está a favor de ETA, recurrió a los eufemismos, que tanta claridad aportan. Puesto que el PNV lo mantiene en su cargo y además él pudo aspirar a la presidencia de este partido, la cuestión es clara por este lado también.
A mí no me importa ser español, como tampoco me importaría ser francés o alemán, pongamos por caso. Eso no significa que tenga que estar de acuerdo con todo lo que han hecho mis compatriotas anteriormente, como tampoco puedo estarlo con todo lo que he hecho yo. Ni pudo recordar San Pedro con agrado sus tres negaciones.
Los seres humanos necesitamos agruparnos en comunidades, que se han ido haciendo grandes y han dado lugar a las naciones. Una vez constituidas, lo que hay que procurar es que los criterios por los que se rigen sean justos. Nada indica que no puedan hacerse más grandes, aunque también pueden disminuir, cosa esta última que, en principio, parece un retroceso para la humanidad.
Español fue Cervantes, como lo fueron Baroja y Goya, Velázquez y Santa Teresa, Blasco Ibáñez y Unamuno. Ortega y Gasset, Espoz y Mina, José Romeu, Quevedo, Churruca, Ramón y Cajal, Quevedo, también comparten mi nacionalidad. ¿Por qué tenía que avergonzarme de ser español? Sí me tendría que avergonzar, siguiendo ese criterio, de Egibar, Sabino Arana, Setién, De Juana, Arzallus, los asesinos de las niñas de Alcácer, etc.
Pero resulta que la cuestión no es estar orgulloso o no, sino intentar que el mundo sea cada día más justo.
Y hay una cosa cierta: más vale ser español que sinvergüenza.
Como todo el mundo sabe, incluido –es de esperar- Egibar, no se pueden comparar magnitudes diferentes. La cuestión, en realidad, es la siguiente: o se está con ETA, o se está contra ETA. Cabe deducir que al no atreverse el sujeto a decir que está a favor de ETA, recurrió a los eufemismos, que tanta claridad aportan. Puesto que el PNV lo mantiene en su cargo y además él pudo aspirar a la presidencia de este partido, la cuestión es clara por este lado también.
A mí no me importa ser español, como tampoco me importaría ser francés o alemán, pongamos por caso. Eso no significa que tenga que estar de acuerdo con todo lo que han hecho mis compatriotas anteriormente, como tampoco puedo estarlo con todo lo que he hecho yo. Ni pudo recordar San Pedro con agrado sus tres negaciones.
Los seres humanos necesitamos agruparnos en comunidades, que se han ido haciendo grandes y han dado lugar a las naciones. Una vez constituidas, lo que hay que procurar es que los criterios por los que se rigen sean justos. Nada indica que no puedan hacerse más grandes, aunque también pueden disminuir, cosa esta última que, en principio, parece un retroceso para la humanidad.
Español fue Cervantes, como lo fueron Baroja y Goya, Velázquez y Santa Teresa, Blasco Ibáñez y Unamuno. Ortega y Gasset, Espoz y Mina, José Romeu, Quevedo, Churruca, Ramón y Cajal, Quevedo, también comparten mi nacionalidad. ¿Por qué tenía que avergonzarme de ser español? Sí me tendría que avergonzar, siguiendo ese criterio, de Egibar, Sabino Arana, Setién, De Juana, Arzallus, los asesinos de las niñas de Alcácer, etc.
Pero resulta que la cuestión no es estar orgulloso o no, sino intentar que el mundo sea cada día más justo.
Y hay una cosa cierta: más vale ser español que sinvergüenza.
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