Antes de las elecciones, cuando la catástrofe ya no se podía negar, quien osaba hablar del deterioro de la situación económica nacional era tildado por los sectores gubernamentales de catastrofista. Ahora, Zapatero trata de antipatriotas a quienes “exageran” el alcance de la crisis actual. Se conoce que este personaje que ha podido trepar hasta la presidencia de la nación sigue teniendo algún tipo de simpatía por Hugo Chávez y le copia alguna de sus proclamas y olvida al mismo tiempo que el patriotismo es el último refugio del bribón.
Evidentemente, hablar de crisis para algunos, entre los que se cuenta el presidente, es exagerado, pues ningún día les falta un plato de bogavante si lo desean. Para quienes se arrepienten de haberse embarcado en la compra de un piso, cuando los precios estaban muy caros y sus sueldos no alcanzaban más que a duras penas para pagar las cuotas, la patria les ha abandonado, puesto que en su día no les avisó de que se iban a meter en una ratonera.
Quizá sea la confianza, o la falta de ella, uno de los factores más importantes de la crisis que se nos ha echado encima. Pero la confianza no se logra negando las evidencias ni queriendo hacer creer lo que no es. Si en su momento el gobierno hubiera reconocido la gravedad de la situación y hubiera explicado la actitud que pensaba tomar, indudablemente la confianza de la gente sería mayor. Porque aunque la gente en la actualidad prefiera decantarse por Zapatero, en cuanto llega la hora de arriesgar su dinero demuestra que su fidelidad tiene un límite.
En su momento, todos los sectores implicados se empeñaron en pensar que el frenazo en la construcción no sería brusco, sino paulatino y daría tiempo a todos para irse retirando poco a poco. La obligación de los gobernantes es la tener en cuenta la peor de las posibilidades y advertir de lo que puede ocurrir si se da esta circunstancia. No lo hizo el gobierno, ni tampoco ninguno de los gobiernos de las Comunidades Autónomas. Ellos son los que no han cuidado a la patria.
'Lágrimas por una medalla'
Evidentemente, hablar de crisis para algunos, entre los que se cuenta el presidente, es exagerado, pues ningún día les falta un plato de bogavante si lo desean. Para quienes se arrepienten de haberse embarcado en la compra de un piso, cuando los precios estaban muy caros y sus sueldos no alcanzaban más que a duras penas para pagar las cuotas, la patria les ha abandonado, puesto que en su día no les avisó de que se iban a meter en una ratonera.
Quizá sea la confianza, o la falta de ella, uno de los factores más importantes de la crisis que se nos ha echado encima. Pero la confianza no se logra negando las evidencias ni queriendo hacer creer lo que no es. Si en su momento el gobierno hubiera reconocido la gravedad de la situación y hubiera explicado la actitud que pensaba tomar, indudablemente la confianza de la gente sería mayor. Porque aunque la gente en la actualidad prefiera decantarse por Zapatero, en cuanto llega la hora de arriesgar su dinero demuestra que su fidelidad tiene un límite.
En su momento, todos los sectores implicados se empeñaron en pensar que el frenazo en la construcción no sería brusco, sino paulatino y daría tiempo a todos para irse retirando poco a poco. La obligación de los gobernantes es la tener en cuenta la peor de las posibilidades y advertir de lo que puede ocurrir si se da esta circunstancia. No lo hizo el gobierno, ni tampoco ninguno de los gobiernos de las Comunidades Autónomas. Ellos son los que no han cuidado a la patria.
'Lágrimas por una medalla'
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