miércoles, 9 de abril de 2008

El riñón y Dios

De la observación del comportamiento de ciertos grupos humanos, no necesariamente políticos, pueden surgir algunas dudas acerca de la teoría de la evolución. Algunas formas de proceder hacen recordar más a las gallinas que a los monos. Son de vuelo bajo, picotean por vicio, son sanguinarias, viven pendientes de los favores del pollo y lo dejan todo perdido a su paso.
En esas estamos cuando surge
una noticia que nos viene a indicar que también hay gente que vuela alto, muy alto. Una señora oyó por la radio la historia de un enfermo de riñón y espontáneamente se ofreció a darle uno de los suyos. La ciencia podría explicar aquellos comportamientos mezquinos, pero no podría hacerlo con el gesto altruista.
Puesto que se está utilizando la ciencia para demostrar que Dios no existe, Francis S. Collins, Premio Príncipe de Asturias de la Ciencia, la utiliza para lo contrario. Según él, el ojo humano es tan complejo que tiene que haber necesitado la mano de Dios para ser posible. Si llegara a sus oídos el caso de la donante del riñón, no dudaría en achacarlo también a la mano de Dios, diría que es imposible que el azar se haya encargado de todo.
Tuvo que estar escuchando la radio esa señora, llamada Gregoria Ruiz y que vive en Alicante. Luego, que el riñón fuera compatible, algo extraordinariamente complicado. Un donante de médula ósea, como es mi caso, puede ver cómo transcurren muchos años sin que aparezca ningún posible receptor compatible en todo el mundo. Evidentemente, dar médula ósea no es lo mismo que dar un riñón.
Supongo que si Dios hubiese querido que su existencia fuera palpable, lo sería para todos y no sólo para los científicos. No obstante, todo lo que concierne a este caso resulta extraordinario. Y no sólo el receptor del riñón está en deuda con Gregoria, sino que al menos yo le estoy muy agradecido por ayudarme a seguir confiando en el ser humano, en sus maravillosas posibilidades.

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