El cirujano Pedro Cavadas, que tiene previsto realizar un trasplante de cara el próximo año, ha dicho en una entrevista que publica el diario El País, que no tener cara significa no estar. Más adelante, en otra pregunta, explica que una cosa es ser y otra estar. Se evidencia, por otra parte, en la entrevista, que el trasplante facial es el que más problemas plantea, puesto que en esta época de la imagen que vivimos, es muy frecuente asociar el ser con el estar.
Conviene comparar el citado trasplante de cara, tan necesario en algunos casos –ya que con la cara deforme es muy dificultoso o imposible hacer vida social-, con el de aumento de pechos –la mayor parte de las veces caprichoso-, que incluso se sortea en las discotecas.
El trasplante de cara resulta tan dificultoso que antes de acometer la tarea el equipo médico ha de cerciorarse de que el receptor es psicológicamente idóneo. El interesado no debe identificarse con el rostro que resulte, sino que debe ser capaz de aceptarlo sin más, como otros aceptan un corazón u otro órgano que tampoco es el suyo. El reto consiste en poder llevar una vida normal.
Hay que seguir coincidiendo con el doctor Cavadas, uno es lo que piensa. La identidad la proporciona el hilo argumental con el que cada persona construye su vida. Cuando falla este hilo argumental, cuando la personalidad se basa únicamente en la imagen la solución parece imposible.
He aquí cómo la cirugía seria ha venido a poner en su lugar a la cirugía frívola, ésa que en lugar de resolver problemas busca hacer negocio, aprovechando la falta de criterio y el exceso de dinero de sus potenciales clientes. Para someterse a un trasplante de cara hay que tener un cerebro muy bien amueblado, todo lo contrario de lo que suele ocurrir cuando se trata de un aumento de pechos.
Conviene comparar el citado trasplante de cara, tan necesario en algunos casos –ya que con la cara deforme es muy dificultoso o imposible hacer vida social-, con el de aumento de pechos –la mayor parte de las veces caprichoso-, que incluso se sortea en las discotecas.
El trasplante de cara resulta tan dificultoso que antes de acometer la tarea el equipo médico ha de cerciorarse de que el receptor es psicológicamente idóneo. El interesado no debe identificarse con el rostro que resulte, sino que debe ser capaz de aceptarlo sin más, como otros aceptan un corazón u otro órgano que tampoco es el suyo. El reto consiste en poder llevar una vida normal.
Hay que seguir coincidiendo con el doctor Cavadas, uno es lo que piensa. La identidad la proporciona el hilo argumental con el que cada persona construye su vida. Cuando falla este hilo argumental, cuando la personalidad se basa únicamente en la imagen la solución parece imposible.
He aquí cómo la cirugía seria ha venido a poner en su lugar a la cirugía frívola, ésa que en lugar de resolver problemas busca hacer negocio, aprovechando la falta de criterio y el exceso de dinero de sus potenciales clientes. Para someterse a un trasplante de cara hay que tener un cerebro muy bien amueblado, todo lo contrario de lo que suele ocurrir cuando se trata de un aumento de pechos.
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