Mohamed VI, ha decidido dar una nueva vuelta de tuerca en sus intentos de doblegar al admirable pueblo saharaui. Ahora, generoso él, dice que va a permitir al pueblo que tiene oprimido que gestione sus propios asuntos. Y dice que lo va a hacer con la ayuda de Dios.
La experiencia demuestra que cuando se tortura a alguien en nombre de Dios, o sea, por su bien, Dios calla.
La experiencia demuestra que cuando se ajusticia en nombre de Dios, Dios calla.
La experiencia demuestra que cuando se atropella a un pueblo en nombre de Dios, Dios calla.
La experiencia demuestra que quienes invocan a Dios para cometer sus tropelías ni creen en Dios, ni lo conocen, ni les importa.
Si quienes invocan a Dios con tanto desparpajo, creyeran que existe actuarían de modo muy diferente, puesto que una cosa es pretender engañar a quien quiere ser engañado o a quien está indefenso y otra tomar el pelo al mismísimo Dios.
Estas fórmulas quedarían bien en tiempos pretéritos, pero en la actualidad ya no sirven para engañar a nadie. Haría bien el tal Mohamed en cambiar la plantilla de sus discursos, y decir en lo sucesivo “con la ayuda de Sarkozy, de Bush, de Zapatero, etc., y el consentimiento de la ONU, hemos decidido pasar por encima de los derechos legítimos del pueblo saharaui, porque como dicen los enviados de la ONU la razón, sin una fuerza para defenderla, no sirve para nada.”
Resulta curioso que el Dios que vino a redimir a los pobres, a los oprimidos, a los menesterosos, a los que sufren injusticia, sea invocado por los ricos, por los opresores, por los poderosos, por los injustos, para cometer sus tropelías.
Si el tal Mohamed creyera en Dios, le pediría ayuda para erradicar la pobreza de su país, para lograr la democratización plena, para aumentar el sentido de la justicia suyo y el de sus súbditos. Pero no, lo invoca para hacer maldades.
Si el llamado Mohamed VI creyera en Dios, tendría más vergüenza. Y si no cree en Dios no debe citarlo.
La experiencia demuestra que cuando se tortura a alguien en nombre de Dios, o sea, por su bien, Dios calla.
La experiencia demuestra que cuando se ajusticia en nombre de Dios, Dios calla.
La experiencia demuestra que cuando se atropella a un pueblo en nombre de Dios, Dios calla.
La experiencia demuestra que quienes invocan a Dios para cometer sus tropelías ni creen en Dios, ni lo conocen, ni les importa.
Si quienes invocan a Dios con tanto desparpajo, creyeran que existe actuarían de modo muy diferente, puesto que una cosa es pretender engañar a quien quiere ser engañado o a quien está indefenso y otra tomar el pelo al mismísimo Dios.
Estas fórmulas quedarían bien en tiempos pretéritos, pero en la actualidad ya no sirven para engañar a nadie. Haría bien el tal Mohamed en cambiar la plantilla de sus discursos, y decir en lo sucesivo “con la ayuda de Sarkozy, de Bush, de Zapatero, etc., y el consentimiento de la ONU, hemos decidido pasar por encima de los derechos legítimos del pueblo saharaui, porque como dicen los enviados de la ONU la razón, sin una fuerza para defenderla, no sirve para nada.”
Resulta curioso que el Dios que vino a redimir a los pobres, a los oprimidos, a los menesterosos, a los que sufren injusticia, sea invocado por los ricos, por los opresores, por los poderosos, por los injustos, para cometer sus tropelías.
Si el tal Mohamed creyera en Dios, le pediría ayuda para erradicar la pobreza de su país, para lograr la democratización plena, para aumentar el sentido de la justicia suyo y el de sus súbditos. Pero no, lo invoca para hacer maldades.
Si el llamado Mohamed VI creyera en Dios, tendría más vergüenza. Y si no cree en Dios no debe citarlo.
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