Se ha dicho que con la detención de Txeroki se ha dejado a ETA sin dientes. Y sin embargo, dadas las circunstancias que permiten que exista ETA, todo apunta a que aunque estuvieran encarcelados todos los etarras la sanguinaria banda seguiría siendo peligrosa.
ETA es un tigre que anda suelto por las calles y al que algunos le dan de comer y le ofrecen refugios, para que no desmoralice y siga en su empeño; para que se sepa comprendido y hasta admirado. De modo que aunque estuvieran todos sus militantes en la cárcel quedaría el peligro de que cualquier descerebrado tomara el testigo y merced al acto de descerrajarle un tiro a alguien por la espalda, pasara a sentirse un héroe, un libertador de esa patria suya, a la que aplastó Franco, a la que sojuzga España. Estas aberraciones son posibles en el País Vasco, como se viene comprobando desde hace tiempo, motivo por el cual muchos vascos se han visto obligados a emigrar a otros lugares. En el País Vasco hay muchas personas en una situación similar a la de Roberto Saviano.
Todos los presidentes españoles, comenzando por Adolfo Suárez y terminando por Zapatero, que ha logrado el formidable éxito de encarcelar a Txeroki, han deseado fervientemente acabar con ETA. Y todos han cometido el error de querer apuntarse el éxito, cosa que sólo puede lograr el pueblo español. Aceptar este detalle puede facilitar la lucha contra la banda.
Por otro lado, la persistencia de ETA, a pesar de tratarse de una banda tan sanguinaria y cruel, no puede verse más que como un fracaso del gobierno vasco que, como es sabido, ha estado durante todo el tiempo que llevamos de democracia a cargo del PNV. Queda flotando la cuestión sobre el PNV y las posibilidades que hubiera tenido sin ETA. ¿Hubiera podido llevar a cabo la política que ha llevado sin la banda? ¿Hubiera podido ganar una elección tras otra si ETA no hubiera existido? Les guste o no a los dirigentes del PNV estas preguntas se las hacen y se las harán a lo largo de los tiempos quienes examinen el caso vasco.
ETA es un tigre que anda suelto por las calles y al que algunos le dan de comer y le ofrecen refugios, para que no desmoralice y siga en su empeño; para que se sepa comprendido y hasta admirado. De modo que aunque estuvieran todos sus militantes en la cárcel quedaría el peligro de que cualquier descerebrado tomara el testigo y merced al acto de descerrajarle un tiro a alguien por la espalda, pasara a sentirse un héroe, un libertador de esa patria suya, a la que aplastó Franco, a la que sojuzga España. Estas aberraciones son posibles en el País Vasco, como se viene comprobando desde hace tiempo, motivo por el cual muchos vascos se han visto obligados a emigrar a otros lugares. En el País Vasco hay muchas personas en una situación similar a la de Roberto Saviano.
Todos los presidentes españoles, comenzando por Adolfo Suárez y terminando por Zapatero, que ha logrado el formidable éxito de encarcelar a Txeroki, han deseado fervientemente acabar con ETA. Y todos han cometido el error de querer apuntarse el éxito, cosa que sólo puede lograr el pueblo español. Aceptar este detalle puede facilitar la lucha contra la banda.
Por otro lado, la persistencia de ETA, a pesar de tratarse de una banda tan sanguinaria y cruel, no puede verse más que como un fracaso del gobierno vasco que, como es sabido, ha estado durante todo el tiempo que llevamos de democracia a cargo del PNV. Queda flotando la cuestión sobre el PNV y las posibilidades que hubiera tenido sin ETA. ¿Hubiera podido llevar a cabo la política que ha llevado sin la banda? ¿Hubiera podido ganar una elección tras otra si ETA no hubiera existido? Les guste o no a los dirigentes del PNV estas preguntas se las hacen y se las harán a lo largo de los tiempos quienes examinen el caso vasco.
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