Hace unas fechas, tuvo lugar una reunión en un despacho de abogados relacionada con el Valencia C.F. La conversación fue grabada ilegalmente, sin que se sepa por quien, y al día siguiente el diario Levante-EMV la dio a conocer. Se hacen muchas cábalas sobre el modo en que fue grabada y quien pudo ser. Lo cierto es que hay muchos intereses creados en el asunto y tratar de averiguar cómo pudieron ser las cosas es seguir el juego del que ha organizado el embrollo.
No se sabe si fue uno de los tres o cuatro intervinientes en la conversación quien la grabó, o si fue grabada por alguien ajeno con material de alta tecnología, pero en este caso tenía que saber que la reunión se iba a producir. Las cosas pueden ser distintas de cómo parecen.
Por algún motivo extraño, la actuación de estos personajes tan elevados me lleva a recordar a un anciano vendedor de ajos del que habló Juan Bas, en su columna de hace unos días. El vendedor de ajos se negó a aceptar la propina que se le ofreció. Durante el proceso mediante el que rehusó el medio euro, el anciano mostró su dignidad de pobre. Quizá sea ese el motivo que explique su situación. Sacado del mundo marginal y puesto en la economía productiva, sería víctima del mobbing, probablemente. Cabe la posibilidad, incluso, de que se le situara en una situación precaria para aprovechar luego, en contra suya, sus reacciones.
También la vida de los poderosos me lleva a pensar en Catherine, la madre sorda de Jacques Cormery, el protagonista de la novela de Albert Camus, “El primer hombre”. Catherine, cuando regresaba a casa, después de una dura jornada limpiando las casas de los demás, se sentaba junto a la ventana a mirar la vida. Esa vida que la había excluido, sin que acertara a explicarse las causas. ¿Cómo las iba a entender?
No se sabe si fue uno de los tres o cuatro intervinientes en la conversación quien la grabó, o si fue grabada por alguien ajeno con material de alta tecnología, pero en este caso tenía que saber que la reunión se iba a producir. Las cosas pueden ser distintas de cómo parecen.
Por algún motivo extraño, la actuación de estos personajes tan elevados me lleva a recordar a un anciano vendedor de ajos del que habló Juan Bas, en su columna de hace unos días. El vendedor de ajos se negó a aceptar la propina que se le ofreció. Durante el proceso mediante el que rehusó el medio euro, el anciano mostró su dignidad de pobre. Quizá sea ese el motivo que explique su situación. Sacado del mundo marginal y puesto en la economía productiva, sería víctima del mobbing, probablemente. Cabe la posibilidad, incluso, de que se le situara en una situación precaria para aprovechar luego, en contra suya, sus reacciones.
También la vida de los poderosos me lleva a pensar en Catherine, la madre sorda de Jacques Cormery, el protagonista de la novela de Albert Camus, “El primer hombre”. Catherine, cuando regresaba a casa, después de una dura jornada limpiando las casas de los demás, se sentaba junto a la ventana a mirar la vida. Esa vida que la había excluido, sin que acertara a explicarse las causas. ¿Cómo las iba a entender?
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