domingo, 5 de julio de 2009

Urkullu, ruin

El continuo recurso a la visceralidad por parte del PNV demuestra que sus ansias independistas no responden a un estudio sereno de la cuestión, con la intención de beneficiar a los más y perjudicar a los menos. Y puesto que las cosas son así sólo queda pensar que el PNV sólo busca su propio beneficio.
Sin la pugna por la independencia el PNV se queda sin justificación. ¿Qué iba a reivindicar entonces? Y sin PNV sus dirigentes se quedan sin sus cargos, con el poder y el sueldo que conllevan. El mero mantenimiento de la cuota de poder de la que disfrutan es lo que impulsa a los políticos nacionalistas vascos toda esa suerte de insensateces y villanías, a las que ya nos tienen tan acostumbrados que damos como normales.
Para llegar a esta situación han necesitado “amaestrar” al personal, utilizando todos los instrumentos que han tenido a mano, cosa que se demuestra también por el mal estilo con el que han asumido la pérdida del gobierno. Sin duda temen que la gente “despierte” del engaño al que está sometida, lo que impediría que volvieran a recuperar ese poder que tanto precisan.
En su intento por mantener viva la presión sobre la gente, no dudan en cometer las mayores estupideces y, por supuesto, sin tener en cuenta las consecuencias que se pueden derivar de ello. La
fiesta de la banderita que ha montado en el monte Gorbea es buena muestra de ello. ¿Qué es eso de que la bandera española es un signo de conquista? Hay que tener las facultades mentales enajenadas para tragarse una patraña así. Los nacionalistas vascos viven de generar odio. Odio contra España. Cuando el pueblo vasco cambie el odio por sus tradicionales ganas de vivir, a los nacionalistas se les habrá acabado el cuento. Tendrán que trabajar para vivir.

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