Si los seres humanos lleváramos incorporado un dispositivo mediante el cual quien incurriera en una negligencia recibiera una descarga eléctrica, ocurrirían dos cosas. La primera es que todos seríamos más tolerantes; y la segunda es que el mundo funcionaría mejor. Ahora bien, ni siquiera ese dispositivo evitaría que todos cometiéramos alguna negligencia de vez en cuando.
Yo no quisiera encontrarme en la piel de la profesional sanitaria que ha cometido el error. Durante toda su vida lamentará el sufrimiento del bebé fallecido. Y tampoco pienso sumarse a ese coro que pedirá su linchamiento, con la indudable pretensión, por parte de quienes lo compongan, de hacerse la ilusión de que ellos no cometen errores.
Estamos inmersos en una crisis terrorífica, cuyos principales culpables ni albergan sentimientos de culpa, ni pagarán por el mal que han hecho, salvo algún cabeza de turco, como Madoff. El propio rey marroquí ha aprovechado la ocasión que le ha proporcionado la lamentable muerte de Rayan para intentar presentase como un monarca generoso y preocupado por sus súbditos. ¿Es eso negligencia? ¿A cuántos seres humanos tiene bajo su bota?
¿Puede tildarse de negligente la actitud del Tribunal Constitucional con respecto al Estatuto catalán? Nadie está exento de cometer negligencias, ni siquiera los jueces. Quisiéramos un mundo perfecto, en el que los médicos no se equivocaran jamás, acertaran en el diagnóstico a la primera, y que la mano de los cirujanos fuera firme y directa en la extirpación del mal. Y en esa seguridad, nosotros podríamos ir a correr delante de los toros, o conducir a toda velocidad la moto o el coche.
La negligencia es fea y debería intentar evitarse por todos los medios. Pero tendrá que ser el juez quien decida si la equivocación de esta enfermera merece el calificativo de error o de negligencia. Tampoco conviene olvidar que hay cosas peores que la negligencia y que, según el Defensor del Paciente, durante 2008 hubo 12300 presuntas negligencias médicas.
Yo no quisiera encontrarme en la piel de la profesional sanitaria que ha cometido el error. Durante toda su vida lamentará el sufrimiento del bebé fallecido. Y tampoco pienso sumarse a ese coro que pedirá su linchamiento, con la indudable pretensión, por parte de quienes lo compongan, de hacerse la ilusión de que ellos no cometen errores.
Estamos inmersos en una crisis terrorífica, cuyos principales culpables ni albergan sentimientos de culpa, ni pagarán por el mal que han hecho, salvo algún cabeza de turco, como Madoff. El propio rey marroquí ha aprovechado la ocasión que le ha proporcionado la lamentable muerte de Rayan para intentar presentase como un monarca generoso y preocupado por sus súbditos. ¿Es eso negligencia? ¿A cuántos seres humanos tiene bajo su bota?
¿Puede tildarse de negligente la actitud del Tribunal Constitucional con respecto al Estatuto catalán? Nadie está exento de cometer negligencias, ni siquiera los jueces. Quisiéramos un mundo perfecto, en el que los médicos no se equivocaran jamás, acertaran en el diagnóstico a la primera, y que la mano de los cirujanos fuera firme y directa en la extirpación del mal. Y en esa seguridad, nosotros podríamos ir a correr delante de los toros, o conducir a toda velocidad la moto o el coche.
La negligencia es fea y debería intentar evitarse por todos los medios. Pero tendrá que ser el juez quien decida si la equivocación de esta enfermera merece el calificativo de error o de negligencia. Tampoco conviene olvidar que hay cosas peores que la negligencia y que, según el Defensor del Paciente, durante 2008 hubo 12300 presuntas negligencias médicas.
1 comentario:
Saludos Vicente, me incorporo a la blogosfera. Quizás me recuerde como ex miembro de Mensa.
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