Según la última encuesta del CIS, el PP está por delante del PSOE en intención de voto. Pero no se espera que en el caso de que el PP alcance el poder haga maravillas. No se puede decir que levante entusiasmos. Probablemente, la culpa de ello, más que los propios políticos del PP, la tiene el sistema que sufrimos.
Teóricamente, los partidos políticos deberían ser semilleros de ideas, pero en realidad son centros de poder. Y Rajoy no tiene todo el poder en el PP y no teniéndola no se puede saber si es capaz de hacer una oposición como es menester. El gobierno de Zapatero, si se hace abstracción de algunos aciertos concretos, ha sido catastrófico desde el principio y si hubiera tenido una oposición digna de ese nombre no hubiera podido terminar la primera legislatura.
Rajoy no es alguien capaz de dar un puñetazo en la mesa y explicar en su partido que en esas condiciones no sigue. Más bien, parece alguien que gusta jugar sus cartas con cautela, sin correr excesivos riesgos. Pero esa actitud también puede indicar que puesto a elegir entre la justicia y el poder, quizá optaría por lo segundo.
A estas alturas ya todo el mundo sabe que Zapatero es incapaz de rectificar, porque nunca reconoce que se ha equivocado. Ahora bien, si la encuestas dicen que alguna de sus medidas no ha gustado a la población, o le ha llevado por mal derrotero, como cuando se quedó sentado al paso de la bandera estadounidense, por ejemplo, trata de solucionarlo como puede y luego alega que se supo interpretar su gesto, como si ese gesto admitiera alguna interpretación. La otra salida que emplea a veces Zapatero es la de hacer creer que las cosas son de otro modo, como ahora que trata de presentar a la CEOE como culpable de sus errores. De los de él. Pero a pesar de que se conocen sus dotes de trilero, siempre que hay un debate sorprende a Rajoy. Resulta difícil de entender que no haya previsto las trampas que se le iban a hacer. Es lógico que no se esperen milagros.
Teóricamente, los partidos políticos deberían ser semilleros de ideas, pero en realidad son centros de poder. Y Rajoy no tiene todo el poder en el PP y no teniéndola no se puede saber si es capaz de hacer una oposición como es menester. El gobierno de Zapatero, si se hace abstracción de algunos aciertos concretos, ha sido catastrófico desde el principio y si hubiera tenido una oposición digna de ese nombre no hubiera podido terminar la primera legislatura.
Rajoy no es alguien capaz de dar un puñetazo en la mesa y explicar en su partido que en esas condiciones no sigue. Más bien, parece alguien que gusta jugar sus cartas con cautela, sin correr excesivos riesgos. Pero esa actitud también puede indicar que puesto a elegir entre la justicia y el poder, quizá optaría por lo segundo.
A estas alturas ya todo el mundo sabe que Zapatero es incapaz de rectificar, porque nunca reconoce que se ha equivocado. Ahora bien, si la encuestas dicen que alguna de sus medidas no ha gustado a la población, o le ha llevado por mal derrotero, como cuando se quedó sentado al paso de la bandera estadounidense, por ejemplo, trata de solucionarlo como puede y luego alega que se supo interpretar su gesto, como si ese gesto admitiera alguna interpretación. La otra salida que emplea a veces Zapatero es la de hacer creer que las cosas son de otro modo, como ahora que trata de presentar a la CEOE como culpable de sus errores. De los de él. Pero a pesar de que se conocen sus dotes de trilero, siempre que hay un debate sorprende a Rajoy. Resulta difícil de entender que no haya previsto las trampas que se le iban a hacer. Es lógico que no se esperen milagros.
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