sábado, 25 de julio de 2009

No soy un santo

Las cárceles están repletas de personas cuyo comportamiento, atendiendo a criterios éticos, es mejor que el de Berlusconi. Lo cierto es que cualquier nimiedad puede bastar para hundir para siempre a un pobre. No es necesario que cometa ninguna ilegalidad, puede ser suficiente que lo decrete un poderoso. Las cosas son diferentes para quienes ostentan algún tipo de poder. Se excusan con cualquier tontería y ello puede ser suficiente.
Berlusconi ha dicho que no es un santo. Quizá piensa con eso que ha creado una línea divisoria y ha quedado al mismo nivel que todos. Por lo menos de todos los que no son santos. Pero no debe hacerse ilusiones. Dado que al citar la santidad, se ha referido a la Iglesia Católica, habría que considerar si puede haber dejado de cometer alguno de los pecados tiene especificados. Claro que él dirá que no ha robado ni matado. Es probable que no lo haya hecho en sentido estricto. Y quizá tampoco metafóricamente. No conviene indagar en este sentido, porque de todos modos el personaje es poco edificante.
Teniendo en cuenta que es el presidente de Italia y que ha salido a relucir el pecado y la Iglesia, cabría preguntarse por la actitud de los obispos ante Berlusconi. ¿Cómo es que no llevan años afeándole la conducta? Puede darse el caso de que un cura de una parroquia niegue el bautizo a un recién nacido y puede darse el caso también de que el Papa o los cardenales reciban a Berlusconi. O a otros de su catadura. La sociedad, en general, tampoco sale muy bien parada por el hecho de que estos personajes logren tan alto reconocimiento social. Contradecir a los poderosos, aunque haya motivos sobrados para ello, suele ser peligroso, pero si no se hace ellos van comiendo terreno y el problema cada vez se hace más grande.

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