Según Vila-Matas, fuera del escenario no hay nada. Al menos, en lo que a la política se refiere sí que da la impresión de que está en lo cierto. Por ejemplo, para Zapatero todo consiste en “parecer”. Parecer demócrata, parecer dialogante, parecer respetuoso con las opiniones ajenas.
Lo cierto es que en estos tiempos que corren, se echa de menos a Adolfo Suárez. Bien claro que lo dice Ramón Tamames en su libro “Para salir de la crisis global”, en el que demuestra que es necesario un pacto de Estado, similar a los “Pactos de la Moncloa”. Pero eso está lejos de las posibilidades del actual presidente del gobierno. A él no le interesa España ni la suerte de los españoles. Para ello tiene que parecer que le preocupa la crisis, pero no pudiendo pactar con nadie, puesto que ya tiene tomada la decisión de antemano, y los demás partidos no van a aceptar esas medidas que piensa tomar, convoca a la CEOE, dice que a dialogar. Para que el “diálogo” sea posible tiene que haber igualdad de condiciones. No existe en este caso, puesto que Zapatero tiene todos los ases en la manga. Independientemente de cuál sea la actitud de la CEOE, Zapatero piensa tomar las mismas medidas. Siempre gana. Si la CEOE cede, resulta que la organización empresarial ha comprendido la bondad de las medidas presidenciales. Si no cede, la culpa la tiene la CEOE, que se niega al diálogo social. Esto le proporciona, además, otra ventaja: puede culpar al PP de la actitud de la CEOE.
Y de este modo, lo que en principio era un sonoro fracaso de Zapatero, dado que con su carácter dictatorial es imposible que pacte con nadie, acaba siendo deslealtad de la CEOE, deslealtad del PP. Los auténticos perdedores, los españoles, sumidos en una crisis de la que no es posible salir mientras dure este estado de cosas.
Lo cierto es que en estos tiempos que corren, se echa de menos a Adolfo Suárez. Bien claro que lo dice Ramón Tamames en su libro “Para salir de la crisis global”, en el que demuestra que es necesario un pacto de Estado, similar a los “Pactos de la Moncloa”. Pero eso está lejos de las posibilidades del actual presidente del gobierno. A él no le interesa España ni la suerte de los españoles. Para ello tiene que parecer que le preocupa la crisis, pero no pudiendo pactar con nadie, puesto que ya tiene tomada la decisión de antemano, y los demás partidos no van a aceptar esas medidas que piensa tomar, convoca a la CEOE, dice que a dialogar. Para que el “diálogo” sea posible tiene que haber igualdad de condiciones. No existe en este caso, puesto que Zapatero tiene todos los ases en la manga. Independientemente de cuál sea la actitud de la CEOE, Zapatero piensa tomar las mismas medidas. Siempre gana. Si la CEOE cede, resulta que la organización empresarial ha comprendido la bondad de las medidas presidenciales. Si no cede, la culpa la tiene la CEOE, que se niega al diálogo social. Esto le proporciona, además, otra ventaja: puede culpar al PP de la actitud de la CEOE.
Y de este modo, lo que en principio era un sonoro fracaso de Zapatero, dado que con su carácter dictatorial es imposible que pacte con nadie, acaba siendo deslealtad de la CEOE, deslealtad del PP. Los auténticos perdedores, los españoles, sumidos en una crisis de la que no es posible salir mientras dure este estado de cosas.
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