viernes, 7 de agosto de 2009

Acierta Basagoiti

Propuso Antonio Basagoiti que las calles tengan nombres de víctimas de ETA. Patxi Zabaleta, de Aralar, no piensa de este modo. Quiere que las calles lleven “nombres nuestros”. Aralar es, probablemente, lo más cercano a ETA que hay en el arco parlamentario legal. Que debamos aceptar a este partido en el juego democrático no significa que se le tenga que aplaudir.
Por otro lado, habría que precisar quiénes son ‘los nuestros’. Probablemente, los míos no son los mismos que los de Patxi Zabaleta. En una de las últimas elecciones, el partido de ETA, al que incomprensiblemente dejaron presentarse, logró unos cuantos votos en la Comunidad Valenciana. Quienes les votaron no son los míos, aunque hayan nacido o vivan cerca de mi casa. Sí que considero de los míos a quienes han sufrido en sus carnes la barbarie etarra.
Los míos son los que procuran pasar por el mundo sin hacer ningún daño. No son los míos los que quieren salirse con la suya aun a costa de lo que sea. Los míos son los que saben rebelarse contra la injusticia y no lo son los que siguen jugando a las cartas. O a hacer el bobo, o a telefonear a De Juana. Los míos son los que, como Pilar Elías, miran al monstruo a la cara. No son los míos los que con sus discursos dan más miedo aún que los etarras. Son los míos los que como Irene Villa saben vencer a la bestia con una sonrisa. ¿A quién puede molestarle que una calle se dedique a Irene Villa? Sólo a un animal. Dedicar una calle de Pamplona al guardia civil Diego Salvá puede tener además la virtud de honrar al Cuerpo que con tantas penurias y tantos riesgos combate contra esos individuos que pertenecen a la escala más baja de la especie humana.
Todas las víctimas de ETA deberían tener, al menos, una calle dedicada.

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