Dijo Alfonso Guerra en su día que él cocinaba los platos y Felipe González los servía. De nuevo se ha metido en la cocina, a explicar las bondades de la Constitución de 1978, a la que tanto contribuyó él. Lo ha hecho en un artículo titulado ‘Es el momento’, publicado en la revista Tiempo. Olvida decir el presunto estadista, porque probablemente no se ha dado cuenta, que lo mejor de la Constitución fue el espíritu de consenso que le imbuyó Adolfo Suárez, el tahúr del Mississippi, según él.
Sin el espíritu de Adolfo Suárez, quienes la elaboraron hubieran hecho una Constitución sectaria, como se fue demostrando a medida que los protagonistas fueron asumiendo responsabilidades. Ya comenzaron en ese plan al negarle a Tierno Galván que participara en la tarea. Fueron precisamente el cocinero y el camarero quienes le vetaron.
Y a pesar de la perspectiva que da el tiempo, tampoco Guerra se ha dado cuenta de que si conviene rescatar algo de la Constitución es precisamente ese espíritu de consenso, pero desgraciadamente Adolfo Suárez ya no puede encargarse de la tarea. El Estado de la Autonomías fue una gran idea, y fue Guerra quien la tuvo, sino uno de los que la desarrollaron, y la desarrollaron mal como se ha ido viendo. Comunidades Autónomas que antes se llevaban bien, ahora se llevan muy mal. Todas piensan que reciben menos de lo que corresponde y el gobierno de turno utiliza los fondos estatales para comprar votos. Los partidos nacionalistas tienen una presencia desorbitada en el Parlamento y utilizan su excesivo poder para desestabilizar.
Pide Guerra que se aplauda la sentencia del Tribunal Constitucional, pero fue el propio Guerra quien enterró a Montesquieu. Si los jueces fueran totalmente independientes de los políticos nos hubiéramos ahorrado muchas zozobras. Y posiblemente Mister X tendría nombre.
Sin el espíritu de Adolfo Suárez, quienes la elaboraron hubieran hecho una Constitución sectaria, como se fue demostrando a medida que los protagonistas fueron asumiendo responsabilidades. Ya comenzaron en ese plan al negarle a Tierno Galván que participara en la tarea. Fueron precisamente el cocinero y el camarero quienes le vetaron.
Y a pesar de la perspectiva que da el tiempo, tampoco Guerra se ha dado cuenta de que si conviene rescatar algo de la Constitución es precisamente ese espíritu de consenso, pero desgraciadamente Adolfo Suárez ya no puede encargarse de la tarea. El Estado de la Autonomías fue una gran idea, y fue Guerra quien la tuvo, sino uno de los que la desarrollaron, y la desarrollaron mal como se ha ido viendo. Comunidades Autónomas que antes se llevaban bien, ahora se llevan muy mal. Todas piensan que reciben menos de lo que corresponde y el gobierno de turno utiliza los fondos estatales para comprar votos. Los partidos nacionalistas tienen una presencia desorbitada en el Parlamento y utilizan su excesivo poder para desestabilizar.
Pide Guerra que se aplauda la sentencia del Tribunal Constitucional, pero fue el propio Guerra quien enterró a Montesquieu. Si los jueces fueran totalmente independientes de los políticos nos hubiéramos ahorrado muchas zozobras. Y posiblemente Mister X tendría nombre.
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