Acaso la peor corrupción sea la que se hace a ojos vistas, puesto que al no esconder la acción quienes la perciben tienden a catalogarla como inevitable. Conviene advertir que si en Cataluña ocurren unas cosas en las demás se padecen otras similares. Quienes idearon el Estado de las Autonomías, proporcionando un poder excesivo, con relación a los demás, a los partidos nacionalistas y dando vía libre, por otro lado, a la arbitrariedad, se lucieron.
El gobierno catalán gasta ingentes cantidades de dinero en embajadas, subvenciona con grandísima generosidad la promoción del idioma catalán en la Comunidad Valenciana, sin que ningún medio catalán se rasgue las vestiduras por ello, mientras deniega las ayudas a sus propios silvicultores, según explica Lluis M. Plana, en El Periódico, por falta de dotaciones presupuestarias.
Un buen número de catalanes vive la angustia del paro, o teme vivirla; otros empresarios y pequeños comerciantes han tenido que cerrar sus negocios; muchos sobreviven como pueden; los bosques se queman, a veces con dramáticas consecuencias. Pero el gobierno catalán tiene claras sus prioridades. Y no sólo el gobierno catalán.
Carod Rovira es el presidente en funciones de Cataluña y aprovecha la ocasión para hostigar al Tribunal Constitucional. La cosa tiene miga, puesto que el TC es un pilar básico de las instituciones en las que participa, y de las cobra. De esas instituciones saca el dinero que malgasta a manos llena. Si hostiga al TC es porque desconfía de él, en cuyo caso debe abandonar la política. Un político, ya sea el ministro de Justicia o bien el presidente de Cataluña, debe mostrar un total respeto al TC, aunque en su fuero interno piense otra cosa.
Esta forma de perpetrar la política lleva a pensar que o bien existen los milagros, puesto que lo normal es que hubiera habido ya una revuelta que obligara a cambiar las cosas, o que la prensa subvencionada logra tranquilizar al personal, al desviar la atención hacia otros asuntos, o entretenerlo con trifulcas sin interés. Aquí estamos todos mirando el dedo que señala el inmenso fraude político que soportamos.
El gobierno catalán gasta ingentes cantidades de dinero en embajadas, subvenciona con grandísima generosidad la promoción del idioma catalán en la Comunidad Valenciana, sin que ningún medio catalán se rasgue las vestiduras por ello, mientras deniega las ayudas a sus propios silvicultores, según explica Lluis M. Plana, en El Periódico, por falta de dotaciones presupuestarias.
Un buen número de catalanes vive la angustia del paro, o teme vivirla; otros empresarios y pequeños comerciantes han tenido que cerrar sus negocios; muchos sobreviven como pueden; los bosques se queman, a veces con dramáticas consecuencias. Pero el gobierno catalán tiene claras sus prioridades. Y no sólo el gobierno catalán.
Carod Rovira es el presidente en funciones de Cataluña y aprovecha la ocasión para hostigar al Tribunal Constitucional. La cosa tiene miga, puesto que el TC es un pilar básico de las instituciones en las que participa, y de las cobra. De esas instituciones saca el dinero que malgasta a manos llena. Si hostiga al TC es porque desconfía de él, en cuyo caso debe abandonar la política. Un político, ya sea el ministro de Justicia o bien el presidente de Cataluña, debe mostrar un total respeto al TC, aunque en su fuero interno piense otra cosa.
Esta forma de perpetrar la política lleva a pensar que o bien existen los milagros, puesto que lo normal es que hubiera habido ya una revuelta que obligara a cambiar las cosas, o que la prensa subvencionada logra tranquilizar al personal, al desviar la atención hacia otros asuntos, o entretenerlo con trifulcas sin interés. Aquí estamos todos mirando el dedo que señala el inmenso fraude político que soportamos.
1 comentario:
Toda manifestación de corrupción en todo tipo de sociedades constituye un síntoma de que la democracia sufre de una gran enfermedad y supone también, una interpelación a la sociedad civil para reaccionar de modo consensuado. Eso será así.
Publicar un comentario