Probablemente, el problema de los controladores aéreos comenzó a gestarse en tiempos de Franco, y luego ninguno de los gobiernos de la democracia ha sido capaz de resolverlo adecuadamente. Y han tenido que ser Pepiño y Rubalcaba, esos malos émulos de Ulises, el rico en ardides, quienes se hayan empeñado en encontrar la solución. Pero cuando esos dos toman la iniciativa el ciudadano inmediatamente piensa: “Virgencita, que me quede como estoy”.
Pues no, de momento estamos en estado de alarma. Un ciudadano normal, es decir, no convertido en un forofo de ningún partido, lo que desea es que el gobierno de turno resuelva los problemas que tenga planteados de forma legal y atendiendo al interés de todos. No vale eso de provocar a los controladores, sabiendo que van a caer en la trampa. El perjuicio luego recae sobre los ciudadanos. Por cierto, si la trampa en lugar de ponerse a los controladores se hubiera puesto a los albañiles, cuyo nivel cultural, lógicamente, es inferior, no hubiera surtido efecto.
Los controladores se sienten fuertes, y no se sabe si al final van a perder algo, si se va a despedir a algunos, porque no se puede despedir a todos los que quisiera Pepiño, pero de momento los españoles ya hemos perdido mucho. A la catástrofe, porque a lo ocurrido se le puede calificar de catástrofe, hay que sumarle el hecho de que nos encontramos en estado de alarma, un hito más que apuntarle a Zapatero.
Por su egoísmo, el de Zapatero, no se tomaron medidas ante la crisis hasta muy tarde. Y las medidas que se han tomado han sido a costa de los indefensos. Durante su mandato ha engordado el problema de los controladores, que se pretende resolver de forma dictatorial, para lo cual se apoya en la plaga nacionalista. Yo no me siento a gusto en el estado de alarma.
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1 comentario:
Da la impresión que con la mala prensa que arrastran los controladores en casi toda la ciudadania, el gobierno ha intentado sacar tajada, recortandoles derechos y salarios, pero al final se le pueden volver en su contra.
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