El actual ministro de Justicia, Francisco Caamaño, es uno de esos políticos que no tienen reparos en presionar a los jueces antes de que dicten su veredicto y de ponerlos a caer de un burro cuando ya se han pronunciado y no les gusta la sentencia. Lo hacen muchos, también Rita Barberá, por ejemplo.
Luego nos llaman a votar, porque es nuestra obligación como demócratas, dicen. Olvidan, Francisco Caamaño y Rita Barberá, entre otros muchos, que si la Justicia no es independiente no hay democracia. Critican y menosprecian a un pilar fundamental de la Administración que les paga su sueldo.
Y con este bagaje a sus espaldas, Caamaño dice que la cadena perpetua es retrógrada, puesto que la función de las penas de cárcel es la reinserción. Se habrá creído muy caritativo por decir esto.
Pero pocos miramientos ha tenido al decir eso con Pilar Elías, por citar sólo a una víctima del terrorismo. Con la cadena perpetua, el etarra Cándido Azpiazu, asesino de su marido Ramón Baglietto, no hubiera podido abrir una cristalería en los bajos de su casa puesto que estaría en la cárcel. Ni De Juana Chaos nos hubiera podido humillar a todos los españoles con sus “huelgas de hambre”. Tampoco es descabellado pensar que con la cadena perpetua ETA hubiera cometido menos atentados y que, quizá, tampoco hubiera sido necesario dispersar a los presos.
¿O es que cree Caamaño que De Juana y Azpiazu se han reinsertado? Ni uno ni otro se han arrepentido de sus crímenes. Ellos siguen sembrando el mal por donde pasan.
No me cabe duda de que hay robagallinas reincidentes con mucho mejor corazón que otros tipos situados en puestos clave y que nos saquean impunemente y que estas son cosas de difícil arreglo. Muchos robagallinas no lo serían de haber vivido otras circunstancias. Es a éstos a los que habría que intentar reinsertar. Pero hablar de reinserción con respecto a los etarras y otros tipos equiparables me parece un chiste de muy mal gusto.
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