Son innumerables las personas aficionadas a la medicina. Conocen una gran cantidad de síntomas y secuelas y las que incluso se atreven a recomendar medicamentos; médicos los hay menos; y de entre éstos unos son mejores que otros.
Las lenguas, en cambio, las utilizamos todos, puesto que de ellas nos servimos para comunicarnos. Ahora bien, el hecho de que las utilicemos no significa que las conozcamos y ni siquiera que sepamos sus rudimentos. De hecho, son muchos los que ni siquiera se preocupan de hablar mejor o peor, cosa que ocurre, incluso, entre los profesionales de la palabra. Por ejemplo, entre los abogados se ha puesto de moda la incorrecta locución “en base”; ningún juez los mete en la cárcel por ello, quizá porque también la usa. Los notarios no le hacen ascos al horrendo “aperturar”, acaso porque proviene de la banca, y quien paga manda. No son pocos los columnistas que esconden su desidia tras la excusa de que quieren hablar como la gente de la calle.
Lógicamente, son los lingüistas quienes mejor conocen las lenguas, pero algunos de ellos abogan por incorporar al DRAE toda palabra que sea usada masivamente, sin atender a más consideraciones. Otras personas tienen mayor sensibilidad. Hubo quien se espantó hace años ante la posibilidad de que influenciar desplazara a influir. Para los que tienen el paladar de estraza eso no importa.
Pero yo tenía que hablar de Pancracio Celdrán Gomariz y me doy cuenta de que por este camino el momento de hacerlo no llegará nunca. Pancracio es un lingüista que lleva muchos años explicando los entresijos de la lengua. Lo hace en muchos medios. En la radio, en el programa “No es un día cualquiera”, en el consultorio lingüístico de XLSemanal, o en los varios libros que tiene publicados sobre la cuestión. Pocos académicos habrá en la RAE que hayan hecho tanto por el buen uso de la lengua como él.
Porque de eso se trata, no todo el mundo puede tener el mismo conocimiento de la lengua, pero Pancracio ayuda a quienes tienen interés por hablar y escribir del mejor modo posible. Quizá el problema consista en que esta labor no está suficientemente reconocida en nuestra sociedad.
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