Han llegado ya los anunciados recortes de Fabra. Desde que dijo la famosa frase, “Por eso, es nuestro deber cuidar que cada euro que se gaste o se invierta sea siempre en beneficio de los ciudadanos, de su empleo y de su bienestar.“, ya sabíamos lo que iba a pasar: a pagarlo, pocarropa.
Desde siempre, al menos en España, a los ricos se les da y a los pobres se les pide. Ahora nos van a pedir el voto. Fabra le ha prometido a Rajoy una pila de ellos, como si fueran suyos. De modo que si nos apilan en los hospitales, como si fuéramos sardinas, luego nos dirán que es por nuestro bien, para cuidar nuestro dinero. O sea, para dárselo a los enchufados del Consejo Jurídico Consultivo, del Consejo Valenciano de Cultura, del Sindic de Greuges, o de la Academia Valenciana de la Lengua. Pero ya puestos, con literas en lugar de camas, cabrían más enfermos en las habitaciones, y consecuentemente habría más dinero para Canal 9, para asesores y para móviles, porque Sus Señorñias necesitan hablar mucho por teléfono, dado que no lo hacen en las Cortes. Y si lo hacen, más vale que no sepa lo que dicen.
Ya sabíamos que Fabra iba a recortar, lo que no se espera de él es que explique por qué motivo se acometió la construcción de la inacabada Nueva Fe, estando la vieja en perfectas condiciones de uso.
La Generalidad Valenciana, que teóricamente iaba a acercar la Administración a los ciudadanos, ha servido en realidad para que personas aparentemente sin escrúpulos se conviertan en personajes, acometan proyectos de dudoso interés para los ciudadanos y nos endeuden a todos de por vida. Y mientras la gente teme enfermar, Rita Barberá y Alfonso Rus luchan por el poder. Alfonso Rus es muy peligroso, ha dicho uno. Y tanto. ¿Pero qué político no lo es?
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