Tengo la impresión de que el escritor y académico de la lengua española, Javier Marías, se toma algunas cosas excesivamente en serio. Algunas vicisitudes de la política, por ejemplo. Ahora ha dado en poner sus esperanzas en Rubalcaba. ¡En Rubalcaba! Contentas se quedarán las víctimas del terrorismo cuando se enteren, pues no me parece a mí que puedan tener buena opinión de tal candidato.
Aunque peor podría ser lo de Anson. Éste sería capaz de pedir la vuelta de Felipe González, y hacerlo además ante las narices de Pedro J. Ramírez. ¡Cuánta paciencia la de Pedro J.!
No seré yo quien niegue ni una sola de la muchas cualidades que adornan a Javier Marías, pero me parece que a veces se deja llevar por la pasión. Así, por ejemplo, cuando pregona que deberían impedirse las segundas legislaturas, pues todos nuestros Presidentes enloquecen en ellas. Por mi parte pienso que el que resultó malo en la segunda legislatura, o sea todos, también fue malo en la primera, lo que ocurre es que no nos dimos cuenta, o no nos quisimos dar cuenta. En todos los casos, aquellas cosas que hicieron malas las segundas ya estaban latentes en la primera.
Tampoco estoy de acuerdo con Marías en lo que atañe a la abstención. Dice que vota porque sufrió durante suficiente tiempo el franquismo como para anhelar la democracia. Una vez más, la pasión le nubla la vista. Lo que sufrimos es una prolongación del franquismo. Lo que tenemos es una dictadura de partidos.
Los ciudadanos no tenemos cauces adecuados para mostrar la indignación por la situación actual. Desparece el dinero, nadie va a la cárcel, y lo hemos de reponer. El dinero que falta. En las listas que vienen figurarán muchos de los responsables de la catástrofe. Votar no es poner la otra mejilla, sino el otro bolsillo.
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