En Cataluña, todo queda en casa. La Banca Catalana, el famoso tres por ciento, el caso Millet, el Carmel, etc. Ocurre como en esas familias en las que se echan todo en cara, pero la sangre nunca llega al río, porque al final todos comen de la misma olla, o beben de la misma fuente. Y si alguna vez la sangre ha llegado al río es por poquito. Creo que fue Jordi Pujol quien avisó del daño que se podían hacer unos a otros si se investigaba cierto asunto.
Cuesta llegar al fondo de las cosas, o ni siquiera se intenta. Quizá sea por esa costumbre de quedarse en la superficie de las cosas y no indagar hasta el final por lo que Duran Lleida tiene tan buen cartel. Y sin embargo es un calculador escrupuloso y un homófobo sin enmienda. ¿Por qué un político que tiene tan pocos miramientos con un sector de la población está tan bien valorado? Si sus repetidas declaraciones sobre los homosexuales hubieran sido obra de Rubalcaba o Rajoy, el escándalo sería mayúsculo.
Ha defendido el derecho a acudir al psicólogo para cambiar su orientación sexual, con lo que viene a reconocer que tilda como enfermos a los homosexuales. ¿Y si yo dijera que los enfermos son los nacionalistas? Bueno, pues lo digo.
Los nacionalistas son más peligrosos que los homosexuales puesto que influyen mucho en los asuntos de la sociedad. Impidiendo, por ejemplo, que la Unión Europea lo sea realmente. La Unión Europea no es tal, sino un amasijo de países. Los homosexuales no son peligrosos ni enfermos.
Duran Lleida es la prueba palpable de que a la hora de conseguir votos es mejor parecer que ser. Sus modales llegan a ocultar la radicalidad enfermiza de su pensamiento. Por otro lado, hay una polémica entre el catalán adoptivo, López Tena, y el propio Duran Lleida, en la que tampoco llegará la sangre al río. Hasta ahora no lo ha hecho.
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