Se nos quiso hacer creer, en sus primeros tiempos como presidente, que cultiva la virtud de la prudencia, por aquello de que lee, o leía, a Baltasar Gracián. Sus actos venían a demostrar luego que lo suyo no era prudencia, sino cálculo. Nada que ver con Gracián.
Una de las veces en que tuvo que jurar el cargo hizo que le llevaran su propia biblia personal, para jurar sobre ella y no sobre la institucional. Resulta difícil adivinar a qué obedeció semejante estupidez, pero lo que es evidente a través de sus actos es que el odio forma parte de su personalidad. Al menos, el odio a Zaplana, que fue quien lo catapultó políticamente. Nada que ver con la biblia.
De sus actos, y también de su reticencia a abandonar la política, incluso cuando era evidente que tenía perdida la partida, se deduce que lo que realmente le gusta es el ejercicio del poder. Y como viene siendo habitual en los poderosos, piensa que todo lo que hace está bien. Quizá ni se plantea que pueda hacer algo ilícito, o sospechoso o inmoral. Buena prueba de ello es que se ha ido a pasar cuatro días a Japón, con todos los gastos pagados por Team Aspar, que es una empresa subvencionada por la Generalidad. Nada que ver con la prudencia.
El dueño de la empresa, Jorge Martínez, Aspar, debió de ser muy bueno pilotando motos, pero una vez descabalgado de ellas demuestra tener menos seso que un mosquito. No obstante, hace muchos negocios con la Generalidad, no sólo a través de Team Aspar, sino también de otras empresas suyas.
No sé si entre los dos juntos, Jorge Martínez y Francisco Camps, serán capaces de darse cuenta de la tontería que han hecho. Si Camps fuera tan prudente como nos quisieron hacer creer se hubiera pagado el viaje de su bolsillo. El no haberlo hecho no sólo hace dudar de los criterios por los que la Generalidad subvenciona a Aspar, sino de que realmente haya pagado los famosos trajes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario