martes, 30 de octubre de 2012

Los pisos de la banca

Todo el mundo sabe que la función de la banca no es hacer obras de caridad. Quienes mejor saben esto son los propios banqueros y sus secuaces.
De modo que cuando el negocio era el ladrillo y concedían préstamos hipotecarios a sabiendas de que quienes se estaban hipotecando, en numerosas ocasiones, incurrían en graves riesgos sin ser conscientes de ello, no se sentían especialmente inquietos. Su función era la de asegurarse que los préstamos que concedían estuviesen debidamente garantizados, así que si los bienes del prestatario no ofrecían suficiente seguridad, exigían garantías adicionales, como la firma de los padres, por ejemplo.
Los bancos, ante esta coyuntura, disponían de departamentos jurídicos, departamentos financieros, departamentos de riesgos y algún otro departamento estaría también en liza, por lo que tenían motivos para saber en cada momento lo que estaban haciendo. Sus clientes,por su parte, disponían de ilusión y, muchas veces, de ignorancia.
Con posterioridad se ha visto que los bancos, además de las ventajas citadas anteriormente, disponen de una legislación muy favorable a sus intereses, puesto que pueden quedarse con los pisos en la subasta y, sobre todo, el estado de la cuestión: no se puede dejar caer a los bancos, por lo que hay que ayudarlos a sobrevivir.
La realidad es que los ilusos perdieron el piso, perdieron la ilusión y a menudo también las ganas de vivir, puesto que algunos se suicidan o intentan suicidarse.
Quienes tenían a su disposición tantos departamentos especializados también se equivocaron y ahora sus bancos tienen tal cantidad de pisos que es imposible que consigan, por sí mismos, desprenderse de ellos en muchos años. Ah, pero no han perdido la alegría de vivir. Siguen paseando por las calles con su seriedad asnal y percibiendo sustanciosos sueldos todos los meses.
Nadie se ha puesto a buscar entre el entramado legal español la ley que permita encarcelar a unos cuantos, pero por burros y nada más que por burros. Se merecen ese escarnio.

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