Ayer,
Manuel Campo Vidal presentó en la librería Leo de Valencia su
último libro, cuyo título es “Adolfo Suárez. El presidente
inesperado de la Transición”. Apenas hubo gente de la política en
el acto. Sólo vi a Lola Johnson y a Jorge Alarte; cuando estaba a
punto de terminar el acto, llegó Carmen Alborch.
Me
gustó mucho la presentación que hizo el autor. Me dio la impresión
de que conoce mucho a Adolfo Suárez. De su manera de hablar de él
se trasluce que se ha acercado a su persona sin prejuicios. Contrasta
con la visión que tiene del mismo personaje Javier Cercas, que sí
lo ve como procedente del franquismo, como de derechas, motivo por el
cual no puede admirarlo, sino tan solo absolverlo.
Manuel
Campo Vidal observa la figura de su homenajeado sin temor y sin
cortapisas, demostrando tener un talante generoso. Su discurso fue
sobrio, como es habitual en él y supo contar unas cuantas anécdotas.
Una de ellas se refiere a un episodio que tuvo lugar en el Congreso
de los Diputados, el 23-F, y que permanecía inédito. Adolfo Suárez
es grande. Arriesgó su vida muchas veces por la democracia, o sea
por los españoles.
Otra
de las anécdotas fue más simpática. Se refiere al primer viaje que
hizo a Francia, para visitar a Jacques Chirac. Fue una entrevista
entre un fantasmón y un hombre. El francés era el Jefe de Estado de
una potencia mundial, con gran tradición democrática y nuestro
héroe era presidente del gobierno de un país recién salido de una
dictadura y que apenas contaba en el concierto internacional. Sin
embargo, ni los franceses ni su presidente se avergonzaban de acoger
en su país, protegiéndoles, a los terroristas etarras. De eso había
ido a hablar Suárez.
Chirac,
en tono grandilocuente y tratando de intimidar, habló de los vinos
franceses, y terminó diciendo: ¿Cuál quiere que le sirvan? , a lo
que el presidente español respondió: Un vaso de leche.
Hacía
muchos años que yo no tomaba leche y nada más llegar a casa me tomé
un vaso, como homenaje a Adolfo Suárez.
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