Los
bancos españoles andan de retirada. Puesto que sus ganancias ya no
son tan seguras tratan de eludir costes y buscar nuevas fuentes de
ingresos, o sea, las comisiones, porque los sueldos de sus directivos
siguen siendo inusitadamente alto. “Se los merecen”. Es decir,
aunque su gestión haya sido ruinosa, se merecen esos salarios. Una
cosa no tiene que ver con la otra.
La
cuestión es que los pueblos pequeños se quedan sin banco, puesto
que al no ser ya rentables las oficinas que hay en ellos están
siendo cerradas todas y los habitantes de estos lugares tienen ahora
un problema nuevo, como es el de tener que desplazarse a otras
poblaciones para efectuar cualquier trámite bancario.
Se
decía que el Estado debe llegar a donde no lo haga la iniciativa
privada. Por tanto, el Estado debería tener oficinas bancarias en
estos pueblos. Ocurre que el Estado ya no tiene ningún banco.
Tenemos más políticos por cien habitantes que ningún otro país,
pero nuestros políticos también son los más brutos, puesto que a
pesar de ser tantos no previeron esta situación y ahora el Estado ya
no tiene ningún banco.
No
termina ahí la cosa, porque tradicionalmente eran las cajas de
ahorros las que daban servicio a estos pueblos, y tampoco hay ya
cajas de ahorros, y han sido precisamente los políticos los que han
dado al traste con ellas. Solo faltaba que encima se hubiera
enriquecido alguno. Confiemos en que no haya sido así, aunque nos
hubiéramos quedado más tranquilos por este lado si en el Parlamento
se hubiera decidido investigar hasta las últimas consecuencias todo
lo ocurrido con los bancos españoles y especialmente con las cajas
de ahorros.
El
resultado de todo esto, además de lo dicho, es que el dinero de los
impuestos se viene utilizando para salvar a los bancos, que además
hay que asumir la subida de las comisiones y el invento de otras
nuevas, y sin que fluya el crédito.
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