Fue
hace tiempo, pero lo he escuchado hoy en la radio, ni sé en qué
emisora era. No estaba en mi casa y tampoco me he quedado mucho
tiempo en el lugar en el que lo he oído.
El
piloto de un avión que hacía el trayecto entre dos ciudades de
Estados Unidos decidió efectuar un aterrizaje de emergencia debido
al fuerte olor a quemado que se percibía en el interior del aparato.
Una vez en tierra se averiguó que la causa era que una señora había
encendido unas cuantas cerillas para que su olor disimulara el del
pedo que se le había escapado.
Este
suceso me ha hecho pensar en Mas, que por no querer ser menos, logra
que todos paguemos más intereses por el dinero que nos prestan,
porque no tenemos más remedio que pedirlo.
Ocurrió
hace varios años, pero la voluntad de enmascarar la peste es más
antigua aún, y también más actual.
“Aquí
apesta, al tres por ciento y a mucho más, de modo que conviene
montar un pollo, para que los del país vecino, como es su costumbre,
se traguen la bola y podamos seguir viviendo del cuento. Nosotros,
los políticos nacionalistas. Los catalanes, como siempre, a pagar y
a sufrir.” El que antecede sería más o menos el pensamiento
íntimo de los que mandan en Cataluña.
Si
tuviéramos democracia en España nada de eso podría ocurrir, porque
los políticos dependerían de sus electores y no de quienes hacen
las listas y tendrían que contentarles, en lugar de ordenarles lo
que han de hacer.
Los
partidos nacionalistas, tal y como están concebidos los españoles,
difícilmente podrían sobrevivir en un sistema democrático, de modo
que hemos de “agradecer” a los partidos mayoritarios españoles
que no se hayan propuesto resolver el déficit democrático que
padecemos y que tan caro nos cuesta.
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