Naturalmente
que no quiero que se muera Esperanza Aguirre. Ni nadie. Yo quiero que
sea muy feliz y viva muchos años. Pero fuera de la política, como
todos los de la casta. España precisa de un cambio radical en su
configuración política, nada de un cambio de cromitos, como
pretenden algunos.
Y
es que los hay que piden que se quite Rajoy para que se ponga ella.
Insensatos. Pero ahora está de moda exhibir pancartas con la leyenda
“Esperanza, muérete”. Estos son peores. Abundan esos que
necesitan creerse buenos y en lugar de hacer buenas obras para ello,
se dedican a buscar malos y en cuanto tienen a uno localizado, una en
este caso, le sacuden de lo lindo, que para eso es mala.
No
se dan cuenta de que en el caso de que ella sea mala, ellos, al
actuar de ese modo, se ponen, como mínimo a su altura. Esperanza,
muérete. Y no se les olvida ni la coma. Benditos.
Lo
que ocurre en España es que las oligarquías, entre las que está
Esperanza Aguirre, junto con los demás políticos, la han sembrado
de malas costumbres. De modo que aquí nadie se fía de nadie, porque
incluso las traiciones se llevan a cabo sin que quienes las perpetran
sean conscientes de lo que hacen la mayoría de las veces.
Zapatero
acertó cuando decía que lo peor de la crisis era la falta de
confianza, pero se equivocó al pensar que negándola se resolvería.
Y, además, como buen imprudente, estaba convencido de lo que hacía,
de modo que nos hundió más. Rajoy pensaba que con sólo verle a él
en la presidencia del gobierno volvería la confianza. ¿Pero cómo
nos vamos a fiar de alguien que tiene tanta afición al poder y al
dinero? Esperanza Aguirre es como ellos. Baste recordar que ahora se
mueve por intuiciones. Los de La Casta creen que tienen dones
especiales.
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