En
diciembre entrará en vigor un nuevo Código Penal y el PSOE se ha
empeñado y ha conseguido que los partidos políticos y los
sindicatos estén exentos de responsabilidad penal. El PP intentó
que esto no fuera así, pero no hubo modo.
A
simple vista parece ser que el PP tiene más empeño en perseguir la
corrupción, pero la realidad nos dice que las cosas no son
exactamente así. Ya lo dijo Jordi Pujol, cuya cara dura es
incuestionable, una de las veces en que se hablaba de tirar de la
manta: “nos podemos hacer daño todos”.
Parece
ser que el PSOE tiene más dificultades para financiarse que el PP,
que quizá reciba donativos de los grandes empresarios. Los partidos
políticos y los sindicatos viven de las subvenciones. Pero unos y
otros se están acusando siempre de corruptos, sin que la sangre
llegue nunca al río. La razón principal de esto último,
probablemente, tiene que ver con lo que dijo Pujol; pero tampoco hay
que perder de vista que las leyes las hacen ellos, como se ha visto;
y tampoco hay que olvidar el férreo control interno que llevan, por
lo que resulta muy difícil demostrar cualquier cosa.
Lo
que pone en evidencia todo esto es el divorcio entre “la casta” y
los ciudadanos. Es impensable, hoy por hoy, que un partido político
o un sindicato pueda vivir de las cuotas de sus afiliados. Esto mismo
demuestra que nuestro sistema no es democrático, puesto que los
ciudadanos no creen en él.
La
casta no hace más que fomentar esta desconfianza, puesto que no hace
más que procurarse privilegios y prebendas. Ellos lo niegan y aún
dicen que cobran poco. Y luego resulta que los diputados no votan en
conciencia, sino lo que les mandan. ¿Será que no tienen conciencia?
¿Cómo puede salir de la crisis un país que no confía en sus
dirigentes?
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