El
del título era el chiste que se contaba cuando Adolfo Suárez fue
nombrado presidente. Es muy malo y peor intencionado, porque el
carácter español es dictatorial, quizá motivado por la larga serie
de monarcas absolutistas que hemos tenido a lo largo de la historia.
Américo Castro decía que las parisinas preferían criadas italianas
o argelinas a las españolas por el carácter imperativo de éstas.
Hay
libros en los que se habla de Suárez y hasta se le juzga y se le
absuelve, con tremendo desparpajo. Está bien que se hable de
alguien, de Adolfo Suárez o de quien sea, en libros o en otros
medios. Lo de pasar a juzgar ya me parece que es harina de otro
costal, aunque como se hace gratuitamente los hay que no pueden
resistir la tentación. Lo conveniente sería dar datos y explicar la
situación que había en el tiempo que vivió el personaje.
Parece
ser que Suárez fue elegido por Torcuato Fernández Miranda para
desmontar el franquismo. No se podía pretender que Juan Carlos
gobernara del mismo modo en que lo había venido haciendo Franco. Es
posible que fuera elegido por su capacidad seductora. Sin embargo,
para llevar a cabo la Transición tuvo que echar mano también de su
valor y de su arrojo, y de esto ya no se dio cuenta casi nadie. Tenía
todo meditado y calculado, por lo que le salió bien. No cabe duda de
que lo tenía preparado desde muchos años antes. El coste personal
que pagó fue muy caro, porque le volvieron la espalda sus
tradicionales amigos. Demostró tener mucha energía. El resto,
creación de un partido, las tareas de gobierno, no le salieron
igual, porque en este caso tuvo que improvisar. Se rodeó de las
gentes más brillantes de España, que, en lugar de poner los cinco
sentidos en las tareas encomendadas, se miraban complacidos al
espejo, en el que se veían guapos, listos y preparados, al contrario
que aquel que los había nombrado, al que menospreciaban.
Los
de la oposición también se miraban al espejo, salvo Santiago
Carrillo, que sí que se percató de la gravedad de la situación.
Los otros, con la ayuda del partido de Willy Brandt, aquello de ni
Flick ni Flock, habían desbancado a Rodolfo Llopis, y también
estaban contentísimos de haberse conocido.
Adolfo
Suárez fue quien arriesgó por traer la democracia, aunque luego se
quedó en lo que sufrimos, y quien se jugó la vida por defenderla.
Fue el más demócrata de todos.
Todavía
estamos esperando que alguien siga su ejemplo.
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