jueves, 27 de septiembre de 2012

Se llama Adolfo, ¿no es maravilloso?

El del título era el chiste que se contaba cuando Adolfo Suárez fue nombrado presidente. Es muy malo y peor intencionado, porque el carácter español es dictatorial, quizá motivado por la larga serie de monarcas absolutistas que hemos tenido a lo largo de la historia. Américo Castro decía que las parisinas preferían criadas italianas o argelinas a las españolas por el carácter imperativo de éstas.
Hay libros en los que se habla de Suárez y hasta se le juzga y se le absuelve, con tremendo desparpajo. Está bien que se hable de alguien, de Adolfo Suárez o de quien sea, en libros o en otros medios. Lo de pasar a juzgar ya me parece que es harina de otro costal, aunque como se hace gratuitamente los hay que no pueden resistir la tentación. Lo conveniente sería dar datos y explicar la situación que había en el tiempo que vivió el personaje.
Parece ser que Suárez fue elegido por Torcuato Fernández Miranda para desmontar el franquismo. No se podía pretender que Juan Carlos gobernara del mismo modo en que lo había venido haciendo Franco. Es posible que fuera elegido por su capacidad seductora. Sin embargo, para llevar a cabo la Transición tuvo que echar mano también de su valor y de su arrojo, y de esto ya no se dio cuenta casi nadie. Tenía todo meditado y calculado, por lo que le salió bien. No cabe duda de que lo tenía preparado desde muchos años antes. El coste personal que pagó fue muy caro, porque le volvieron la espalda sus tradicionales amigos. Demostró tener mucha energía. El resto, creación de un partido, las tareas de gobierno, no le salieron igual, porque en este caso tuvo que improvisar. Se rodeó de las gentes más brillantes de España, que, en lugar de poner los cinco sentidos en las tareas encomendadas, se miraban complacidos al espejo, en el que se veían guapos, listos y preparados, al contrario que aquel que los había nombrado, al que menospreciaban.
Los de la oposición también se miraban al espejo, salvo Santiago Carrillo, que sí que se percató de la gravedad de la situación. Los otros, con la ayuda del partido de Willy Brandt, aquello de ni Flick ni Flock, habían desbancado a Rodolfo Llopis, y también estaban contentísimos de haberse conocido.
Adolfo Suárez fue quien arriesgó por traer la democracia, aunque luego se quedó en lo que sufrimos, y quien se jugó la vida por defenderla. Fue el más demócrata de todos.
Todavía estamos esperando que alguien siga su ejemplo.

'La amante imperfecta' 
'De Laura y otras muertes' 
'Hasta los cuervos picotean las cerezas' 
'La energía después de Fukushima' 
'Limones dulces' 
'Ocurrió en Valencia' 
'Los invitados de la princesa' 
'La vida y la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer contada a los niños' 

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