La
cantidad que la Comunidad Valenciana tiene hipotecada asciende al
presupuesto de dos años. ¿Quién lo va a pagar? Pues ya se sabe.
¿Cómo van a vivir los acreedores? Este es el misterio.
Teóricamente,
tenemos gobierno, oposición, Parlamento, Justicia y prensa. Lo que
ocurre en la práctica es que todo es uno y su forma de funcionar
revela que se trata de una casta cuyos componentes se protegen y
ayudan unos a otros.
Han
hecho de su capa un sayo, han endeudado a los valencianos para toda
la eternidad, y todo eso sin despeinarse, sin que nadie les llamara
la atención, sin que tuvieran que rendir cuentas. Los ciudadanos
estamos indefensos. No podemos evitar que se gasten nuestro dinero.
Quien todavía crea que vivimos en democracia es porque quiere.
Y
no termina ahí la cosa. Los responsables del desaguisado, Rambla,
Camps, Blasco, González Pons, Cotino, etc., viven, como si fueran
señores, a costa de los contribuyentes. Incluso es posible que
tengan coche, chófer y secretaria a cargo de nuestros bolsillos.
Algunos van a misa todos los días y luego, o quizá antes, charlan
con el arzobispo. Son muy buenos. De pelar.
Uno
de ellos por lo menos está en Telefónica, y desde entonces la
operadora va peor; quizá sea casualidad.
Rajoy
no es que no lo vio venir, es que puso a la Comunidad Valenciana como
ejemplo. Y ahora calla.
Y,
sin embargo, dentro de España, los hay que son más derrochadores
todavía que los citados anteriormente. Las cuentas de Cataluña,
Andalucía y Extremadura son peores. En el País Vasco, de hecho,
manda la ETA. Pensar en la situación de las demás Comunidades
Autónomas, deprime.
¿Quién,
cuándo y cómo va a poner remedio a esta situación? Difícil parece
la solución puesto que el sectarismo, el odio, la desesperanza y la
picaresca, llenan el ambiente.
España
se compone, en estos momentos, de una oligarquía cada vez más
egoísta y de una masa de ciudadanos desorientada y desmoralizada. Y
Rajoy y Rubalcaba, como buenos oligarcas, aguantando.
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