Este
eslogan fue ideado durante el franquismo y Perich, muy listo, le
añadió la coletilla 'señor conde'.
En
aquella época, cuando se declaraba un incendio en el monte salían
los guardias civiles a la calle y mandaban a apagar el fuego a todos
los que veían. Me tocó ir alguna vez.
Hoy,
Perich no hubiera podido añadir esa coletilla, porque no tendría
sentido. No cabe duda de que cuando un monte se quema, algo nuestro
se quema. Y este verano ha ardido una buena porción de España, lo
que, aparte del daño ambiental causado, nos cuesta mucho dinero a
los contribuyentes.
Lo
que distingue a los oligarcas es su egoísmo. Lo tienen en abundancia
y en este menester resultan hasta brillantes. Por ejemplo, la
preocupación de los socialistas valencianos es conseguir que los
diputados afectados por la supresión de las comisiones a las que
pertenecen sigan cobrando el plus de casi 600 euros. Hay cosas que
son evidentes. Ningún ciudadano notará la falta de esas comisiones,
ni de muchos otros organismos, si se suprimieran, que es lo que se
debería hacer, y los partidos y los políticos españoles piensan en
sí mismos en primer lugar.
Algunos
se empeñan en decir que es inevitable que un monte se queme. Callan,
sin embargo, que es fundamental que haya un servicio de vigilancia
que avise cuando se inicie un incendio. El fuego es muy fácil de
apagar al principio.
Los
oligarcas se habían gastado todo el dinero entre unos y otros y ya
no quedaba nada para ejercer la vigilancia, motivo por el que se ha
llegado tarde y mal a todos los incendios. En esta situación no
queda más remedio que sacar dinero de donde no hay, para luchar
contra el fuego. Y luego sacar más para paliar en lo posible el daño
causado.
Los
contribuyentes, a pagar; los políticos, a la suya.
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